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"Momentos de tormentas"

La oscuridad era total, incapacitante; no se veía nada. Solo se escuchaban pequeños ruidos que parecían venir de lejos y resonaban como un eco en el lugar. El ambiente estaba frío y húmedo, y el aire denso con una sensación opresiva incrementaba su incomodidad. Finalmente, despertó sintiendo un dolor punzante en el estómago, causado por la herida que la mujer le había infligido con aquella arma. El dolor era intenso; cada movimiento lo hacía sentir como si una daga se retorciera en su interior. Apenas se movió; estaba sentado en una silla, con las manos atadas a la espalda y las cuerdas cortándole la circulación. La venda en sus ojos justificaba su ceguera temporal, sumergiéndolo en una oscuridad aún más profunda.

El instinto de supervivencia tomó el control. Comenzó a tratar de liberarse, pero era imposible; las ataduras eran demasiado firmes. Gritó varias veces, su voz llena de desesperación y miedo, rebotando en las paredes y regresando a él en forma de eco. El sonido de sus propios gritos lo hacía sentir aún más atrapado.

De repente, un sonido de pasos llamó su atención. El eco de las pisadas resonaba en el espacio, acercándose cada vez más. El corazón le latía con fuerza, la adrenalina surgiendo en oleadas.

—¡Cállate ya! —gritó una voz masculina, autoritaria y desconocida. No la reconoció; no había nada familiar en aquel tono frío y despectivo.

—¿Quién eres? —preguntó con angustia y rabia, pero no obtuvo respuesta. El silencio que siguió a su pregunta fue aún más inquietante.

—¿Qué quieren? —inquirió nuevamente, su voz temblando un poco. Esta vez, el hombre se burló, con un sonido cruel y siniestro.

—Eso ya lo sabrás —respondió el hombre, dejando a su imaginación llenar el vacío con los peores temores posibles.

No sabía por qué lo habían secuestrado; posiblemente era por dinero, pero no estaba seguro. Tragó en seco. Otros pasos se escucharon.

—Estaban tardando —dijo el mismo hombre.

—Una disculpa, solo tardamos un poquito —respondió una voz femenina. Supuso que era la misma mujer que lo había apuñalado.

—Háganlo de una vez.

Sintió cómo le tomaban el brazo para inyectarlo, y cómo le succionaban la sangre. Se sobresaltó.

—¿Qué es lo que están haciendo? —dijo con un leve quejido.

—No me gusta su voz. Que se calle, que se calle —dijo el mismo hombre con irritación.

—Si quieres, puedo dormirlo una vez más —dijo la mujer con un tono sádico.

—Recuerda que no hay que matarlo, bueno, aún no —dijo otra voz masculina, diferente de la primera, con un tono burlón. Se tensó al oír esas palabras.

—Pero Dabi... —se quejó la mujer, claramente frustrada.

El sonido de una nueva aguja perforando su piel lo hizo estremecerse. Ahora El líquido que le inyectaban era frío, y la sensación de la sustancia extendiéndose por sus venas lo hizo temblar. No podía ver nada, pero podía imaginar las miradas frías y calculadoras de sus captores, disfrutando de su tormento.

Su mente se llenó de preguntas sin respuesta. ¿Por qué él? ¿Qué querían de él? Intentó recordar los eventos que lo llevaron a esta situación, pero su memoria era un caos de imágenes fragmentadas y sensaciones confusas. La mujer que lo apuñaló, el dolor agudo, la sensación de caer en la oscuridad... todo se mezclaba en un torbellino de miedo y desesperación.

Los murmullos de sus captores eran apenas audibles, pero cada palabra que lograba captar aumentaba su ansiedad. Intentó mover las manos, buscando alguna manera de aflojar las cuerdas, pero el dolor y la falta de circulación hacían que cada intento fuera inútil.

ERES MI DESTINO / TodobakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora