La Señora Kaplan no paraba de acomodarse los anteojos, mientras le contaba a la madre de Lilly sobre la fiesta que estaba organizando para darles la bienvenida al nuevo doctor de la clínica y a su único hijo, quien no debía tener más edad que la pequeña frente a ella. Sentada en el sofá individual de la salita rústica de casa de los Buttler, se metía entera una galleta de mantequilla a la boca y masticaba a toda prisa, en tanto diminutas migajas se le fugaban cayendo directamente en la alfombra y a las que solamente apaciguaba, el sorbo que luego le daba a la taza de café con crema que yacía en su mano derecha.
Lilly, acomodada a un costado de su madre en el sofá de dos plazas, simulaba prestarle atención a la conversación que le hubo interrumpido la intención de continuar la lectura de su libro favorito —"El Principito" —, el que descansaba en el reposabrazos. Sin embargo, los detalles importantes de la plática se le escapaban con tamaño escándalo que esa mujer hacía al morder y deglutir. Y no era que le causara inquietud, sino que pensaba en lo ciertos que resultan ser a veces los dichos, como ese que dice que todas las cosas se parecen a su dueño; porque definitivamente Kaplan y su mascota formaban el par perfecto. Su nombre era Duque, un viejo Pug que como su propietaria, parecía ahogarse con su propio alimento.
Daba miedo verle comer.
Medio Rainbows Bay andaba de cabeza, ansiosos por conocer a quien se encargaría de dirigir la clínica a partir de la siguiente semana. Selene, madre de Lilly, ya se imaginaba lo que un viudo acarrearía entre las solteras, mucho más si éste era tanto o más joven que su esposo; además de bien parecido.
—Adivina quién estuvo por aquí esta mañana —Preguntó la Señora Buttler a su marido esa noche, durante la cena.
—No tengo ni la menor idea, cariño —le respondió, sopeando un trozo de pan dulce en el chocolate caliente.
La niña entornó los ojos, porque solamente Martin Buttler hubiese pasado por alto los acontecimientos venideros, y conociendo a Kaplan como él la conocía, parecía sumamente raro que su nombre no le cruzara por la mente.
— ¡Por el amor de Dios, Martin! —Exclamó su esposa, atisbándolo igual que hacía con Lilly si se le ocurría quedarse dormida en la tina del baño, cubierta de densas burbujas.
El hombre soltó una carcajada sonora y Lillian pegó un salto salpicándose la blusa de chocolate, menos mal que le gustaba con bastante hielo.
— ¡Estoy bromeando, Selene! —señaló divertido, levantándose de su lugar alrededor del comedor para ir a contentarla con un beso en la frente.
El producto del amor entre esos dos, meneó la cabeza en negativa y limpió las manchas en la tela cubriéndole el pecho.
Hacer desatinar a Selene era el talento de Martin.
Siempre lo hacía.
¿Cómo era que ella seguía cayendo?
—Al salir de trabajar la encontré cerca del muelle. Invitó a la fiesta a todo aquel que se le cruzaba al paso.
Martin Buttler era el orgulloso propietario de un barco pesquero. Todas las mañanas zarpaba a mar abierto en busca de los mejores ejemplares para el comercio, parte del negocio familiar.
La mirada suplicante de Selene no se hizo esperar y él resopló evidentemente derrotado, antes siquiera de emprender la lucha.
Ella se deshizo en efusivo agradecimiento.
—Si te miro como mamá lo hace, ¿me comprarías una tabla de surf para mi cumpleaños? —formuló la diminuta castaña atrayendo la atención de ambos, quienes tenían cara de querer correr a la habitación a fabricarle un hermanito.
En menos de un segundo, su padre se le acercó haciéndole gritar en medio de un ataque inminente de cosquillas.
— ¡Por supuesto que no, pequeña demonio! — expuso divertido con la mujer de su vida contemplándolos, derritiéndose de amor.
ESTÁS LEYENDO
SIN LÍMITES © (A La Venta En Físico Por AMAZON y Librería MOB en Línea)
RomanceLilly ama a Mike. Mike ama a Lilly. Y Jack... Bueno, Jack es el mejor amigo de ambos pero ama a Lilly en silencio; hasta que un día Mike se va dejándole el camino libre. Dicen que el tiempo y la distancia lo curan todo aunque, no siempre es así, a...