RUPTURA

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Dichosos, pero a la vez azorados, los enamorados salieron de su burbuja conduciendo el sedán de vuelta a donde Jackson y el Señor Buttler no hicieran otra cosa que mirarse en silencio, uno preocupado por su bienestar y el otro, enfermo de rabia y celos. Sabían que dar la noticia de su nueva relación era un deber, Sin embargo, algo en lo que nunca cavilaron fue en que comunicárselo al que hasta esa mañana fuese su mejor amigo, traería consigo la más grande de las rupturas.

— ¡Dios santo! ¿¡En dónde se habían metido!? —La zozobra en la voz de Martin no se pudo obviar. Apenas cruzaron la puerta, este se levantó del sofá estrepitosamente con el alma regresándole al cuerpo, yendo a abrazar a su hija.

Los ojos verdes que los escrutaban al otro lado de la salita como si hubiesen cometido la peor de las ofensas, se colorearon de rojo en las escleróticas, prueba fehaciente del desvelo y el coraje.

—Lo siento, Señor Buttler —musitó Michael, con la palma del padre de Lilly en su hombro izquierdo —. La culpa es mía. Lillian y yo teníamos que hablar de algunas cosas. Estuvimos en el faro y las horas se nos pasaron volando.

Las ganas de reprimirlos firmemente, se esfumaron. Martin iba a hacerlo, pero sus intenciones fueron frenadas por oraciones cargadas de frustración y no precisamente suya.

— ¿Hablar? ¿De qué rayos debían hablar Lilly y tú? Te llevaste a "mí" pareja, Mike. ¿Con qué derecho? —El chico Turner no cabía en decepción y mientras la desahogaba, como en cámara lenta se puso en pie con sus manos fijas a los costados, formando dos puños yertos.

La hora de la verdad había llegado, no obstante, hacerlo sufrir era lo que Moore menos deseaba aunque, en todas las historias de amor siempre hay alguien que sale perdiendo.

—Escucha, Jackson; conozco tus sentimientos por Lilly...

— ¿¡Conoces mis sentimientos por Lilly!? —cuestionó el tercero en discordia dando pasos cortos y sigilosos, destinados a acortar la distancia hasta invadir el espacio personal de quien según su errado juicio, le estaba robando a su verdadero amor —Tú no sabes nada —Esto último lo dijo con la mandíbula tan apretada y tan cerca del rostro de Mike, que el Señor Buttler tuvo que intervenir antes de que la situación se saliera de control.

Con una mano en el pecho de cada uno, los alejó. Y menos mal, porque sus creencias no estaban tan alejadas de la realidad. Un segundo más de tardanza y bueno..., eso se habría convertido en un ring de boxeo.

—Tranquilos, muchachos. ¿Acaso no son mejores amigos?

Turner resopló, escéptico.

La atmósfera, pesada y tensa, se podía haber cortado con cierra eléctrica.

—Parece que alguien no pudo esperar hasta mañana —dijeron desde las escaleras que llevaban a la planta alta de la construcción, en donde se hallaban las recámaras. Era Selene, quien la noche anterior y víctima de cansancio extremo, se fuera a dormir sin enterarse de los pormenores.

Hasta entonces.

Extraño que nadie le notara lo desmejorado de su fachada. O quizás era ese afán suyo de aparentar lo que no era por evitar romper corazones con antelación.

¿Quién lo sabe?

Su mirada compasiva recayó en el hijo de Solange y en su propia hija respectivamente, al llamar la atención de todos con su repentina aparición.

Un encogimiento de hombros y un gesto de disculpa recibió de sentencia por parte de su retoño, a la que le sonrió de vuelta.

—Mike, cariño. Creo que sería buena idea que te reportaras con tu padre, ¿no crees? Debe estar muy preocupado por ti.

El interpelado contempló a Lilly en silencio, como si esa fuese su manera de sopesar su estado anímico.

Ella asintió y ambos entendieron a la perfección lo que la Señora Buttler intentaba. La responsabilidad de darle una explicación a Jackson era enteramente de la castaña, puesto que no había cumplido con su parte como acompañante de hacerle pasar una velada amena.

—Estaré al pendiente del teléfono por si me necesitas —avisó. Sin embargo, a punto de dar la media vuelta por donde había entrado, la dicción desdeñosa del de cabellos dorados lo interrumpió.

— ¿Para qué te necesitaría? A Lilly no le hacen falta traidores como tú.

Michael era un muchacho tranquilo, paciente; pacifista. Pero hasta la Madre Teresa con toda su bondad, habría reaccionado a tamañas inventivas.

De rostro endurecido y con la determinación destilándole por los poros de la piel, volvió a encararlo, dispuesto a ponerle un hasta aquí.

Entonces fue su Caracola quien se interpuso.

—Lilly... —Martin iba a protestar, estaba en su derecho, más el escrutinio de su esposa lo reprimió.

Suspirando, retrocedió.

Debía concederle pelear sus propias batallas.

—Por favor, Mike. Vete.

El castaño arrugó el entrecejo, pasmado.

—No te dejaré sola...

—Esto es cosa mía y como tal la resolveré.

No tuvo más qué refutar.

Bajo el ademán socarrón y triunfal del rubio, alicaído y consternado, el hijo de William salió hacia la calle dejando a los demás con los pies plantados sobre el linóleo. Hasta el derecho de despedirse de su novia con un beso le habían impedido y eso le venía mal. El agujero que de repente se le abrió en el pecho le confirmó lo que él llevaba bien aprendido, la amaba con el alma y ya nada sería como antes. Al menos, no para él.

Para empezar, le diría adiós a la amistad con Jackson y eso lo estaba atormentando. Si quería conservarlo tendría que renunciar a lo más hermoso que le había pasado en su vida después de conocerlos pero, ¿acaso él hubiese renunciado a Lillian si los roles estuviesen invertidos? Evidentemente no y se lo dejó claro con su accionar hosco e intransigente, desprovisto de tolerancia y discernimiento.

Por lo tanto, nada lo obligaba a tener que escoger. Y de tener que hacerlo, absolutamente la escogería a ella. A su hermosa "Caracola".

— ¿Mike? —Lo llamó, casi a nada de abrir el portillo del auto.

— ¿Qué? —Le contestó dándole la espalda, ya que si atendía a esos ojitos de cielo, no sería capaz de desprenderse.

Se hizo una pausa reflexiva que duró lo que la castaña en deglutir su saliva, amotinada entre lengua y paladar.

Jackson, yendo tras de Lilly, al escucharla nombrarlo resistió el impulso de abordarla, permaneciendo bajo el umbral del acceso.

—Sin límites. Lo sabes, ¿verdad?

Los parpados de Mike se cerraron como si la más refrescante de las brisas le mimara la dermis pidiéndole recapitular, relegar lo malo para entregarse de lleno a la dicha de saberse enamorado y gratamente correspondido.

"¿Por qué no me hablaste de esto antes?" "¿Por qué Tracey y no yo?"

"Porque lo pensé demasiado". "Porque soy un lento con la costumbre de meditar antes de actuar". Invocó la conversación en el faro y prometiéndose no cometer la misma insensatez dos veces, ahora sí le hizo frente, desdibujando el avance descrito para tomarla de su tierna carita y besarla sin pensar en nadie más, simplemente en el cúmulo de sensaciones que lo transportaban al mismísimo cielo.

Allá Jackson y su cabeza dura.

Eran él y Lilly contra el mundo. E irrefutablemente, a Turner la escena se le grabó como si fuese una atemorizante cinta de terror. Una descripción grafica hecha para un soldado que innegablemente, estaba perdiendo una de tantas contiendas. 

SIN LÍMITES © (A La Venta En Físico Por AMAZON y Librería MOB en Línea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora