EPÍLOGO

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—Gracias a él sigo con vida —Nate le dijo a Michael a solas, dentro de uno de los consultorios en la clínica militar de Mosul, narrándole el infierno que vivió como rehén y el papel que Jackson jugó en su rescate, pasmado ante lo voluble que el porvenir estaba actuando al reunirlos nuevamente enviándole a su ángel salvador de apellido Turner.

La magnitud de su agradecimiento era monumental, tanto, que ni siquiera había querido ir a descansar por mantenerse al corriente de los pormenores del caso y a la vez, por estudiarlo en busca de una solución.

—Estoy en deuda y necesito que me ayudes a ayudarlo — se hallaba resuelto a hacer lo humanamente posible para salvarle la pierna que según su diagnóstico, estaba en riesgo.

El tiempo en ese tipo de heridas es clave en la recuperación. Con pérdida de sangre extrema y las condiciones del sitio en que estuvo tirado hasta que el piloto del helicóptero en que su escuadrón viajara a Bagdad los recogiera a él, a los sobrevivientes y al resto, hubiese sido un milagro que las lesiones no resultaran contaminadas.

—Debo entender, entonces, que las próximas veinticuatro horas son cruciales, ¿correcto? —formuló Moore, sentado en la silla para pacientes mientras el Canadiense caminaba de un lado a otro, ensimismado.

El interpelado asintió frenando de repente, solo lo indispensable para enfocar a su colega y exponer: —Antes de intervenirlo debemos atacar la infección y hacerla ceder. No obstante, también hay que reponer la sangre perdida y no hay suficiente. El grupo sanguíneo al que pertenece es sumamente raro y lo peor de todo, es que no se han conseguido donantes. ¿Sabes si lo comparte con su madre?

De pronto, el recuerdo de dos preadolescentes jugando baloncesto y uno de ellos derrapando en el suelo de hormigón, invadió su mente haciéndolo sonreír.

— ¿Sucede algo? —Nathaniel medio se sentó a la orilla en la cubierta del escritorio, a varios centímetros de Mike.

—Ha sido una época de muchas remembranzas y acabo de tener una más. Una en la que Jackson caía al suelo durante un juego de baloncesto, dañándose los codos. Se le hicieron unos arañones escandalosos que sangraron como si no hubiese sido una inocente herida superficial. Dijo que, le asustaba sufrir de algún accidente grave porque había heredado a su difunto padre el grupo sanguíneo, pero que también le alegraba tenerme con doble beneficio.

El ojiverde aparentó confusión.

— ¿Doble beneficio?

—Sí. El de su mejor amigo y el de su donante particular.

Esperanzado, el canadiense saltó de su asiento improvisado tirándose ligeramente del cabello, un modo muy poco convencional de festejar una buena noticia entre tantas desagradables, pero festejo al fin.

No me digas que eres "A negativo".

El de iris marrones negó.

—Algo mejor: "O negativo".






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SIN LÍMITES © (A La Venta En Físico Por AMAZON y Librería MOB en Línea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora