LA MALDICIÓN DE LOS DOCE (PARTE DOS)

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Guardar silencio con respecto a su atracción por Michael era difícil para Lilly, pero esa mañana su voz salió potente; clara. Tan clara como la fachada decaída y pálida de su madre, fue para William. Desde que la observó yendo hacia la salita con la charola de las bebidas, algo en ella le llamó la atención. Parecía que el aliento le faltaba y a pesar de que no hacía mucho desde la última vez que se vieran de cerca, el aspecto rozagante y de mejillas sonrosadas que la caracterizaba, estaba siendo usurpado por el amarillo macilento típico en aquellos de los que se sospecha un estado de salud poco bendecido.

Preocupado, el Doctor Moore esperó a que su hijo subiera a la habitación de Lillian, para exteriorizar su teoría sin que ninguno de los muchachos se diera por enterado. Simplemente, como todo un caballero, le quitó la carga de las manos y nada más dejarla sobre la mesita de centro, condujo sus ojos hacia donde Mike se perdió, escalando los peldaños que lo conducirían hasta la planta alta.

—Disculpa que te pregunte esto, Selene, pero no me agrada tu semblante. ¿Te sientes bien? —dejó salir al fin, tocándole las mejillas.

Sudaba al por mayor.

La interpelada se secó las palmas de las manos en los costados de su delantal e imitó las acciones de aquel que sin prestarle demasiado cuidado, notara lo que desde hacía bastantes días se esforzaba por ocultar.

Resopló, parando con la actuación.

Las piernas le flaquearon y Solange la tomó del antebrazo, impidiendo que cayera al suelo.

No hizo falta que hablara para responder, las palabras salen sobrando cuando son los hechos quienes se explican mejor.

—Por favor, no quiero que Lilly y Martin lo sepan. Mi hija está celebrando su cumpleaños y...

—Lo sé. Mas tienes que prometer que mañana a primera hora, irás a la clínica para que te realicen los estudios pertinentes según tus síntomas —señaló Moore, enérgico —. Entiendo que por hoy no desees interrumpir los planes de nuestros hijos, pero...

— ¡Limonada! —Gritó Jackson corriendo escaleras abajo, interrumpiendo a un William abstraído y a una Solange de ceño fruncido que deglutía saliva con muchísima dificultad, ambos igual de afligidos.

Estos dos se miraron para después enfocar a Selene, quien asintió como prometiendo acatar las órdenes del médico de la familia.

Como han de suponer, fue el padre de Mike quien acompañó a Sol y a los chicos a su paseo por la playa. No obstante, antes de salir, suministró el medicamento idóneo para aminorar las molestias de la mujer de su mejor amigo y le indicó recostarse a descansar unas horas.

Michael insistió en dar una caminata por el malecón para después tenderse sobre la arena a tomar el sol, caminata que Lilly llevó a cabo encabezando la fila como si no hubiese nadie a su alrededor. Los ojitos se le llenaban de lágrimas y su carita se enrojecía, tal y como ocurrió al exigirle al castaño que la mirara. Precisaba lanzar vociferaciones y no entendía por qué, era como un impulso que la ahogaba y si bien le quedaba claro que delante de tanta gente que los atisbaba al pasarles a lado no sería lo correcto, tampoco le apetecía aguarles la fiesta a quienes la querían como a una hija incluso sin serlo. Por otro lado, se decía a sí misma que sus amigos no debían pagar los platos rotos de aquella ira sin sentido con la que había despertado. Ya se habían llevado un poco de eso cada uno por separado y aunque seguramente no les importaría otra dosis de gritos injustificados, también le temía al hecho de colmarles la paciencia.

Jamás habían peleado tan intensamente como para dejarse de hablar por más de veinte minutos. Ni siquiera cuando en una ocasión llegó de imprevisto a casa de los Turner, donde al subir a la habitación de Jack y luego de dos golpecitos a la puerta sin recibir contestación, giró la perilla adentrándose y sorprendiéndolos hojeando una revista con imágenes que ni aun desde la distancia en la que se hallaba, hubiese podido ignorar.

SIN LÍMITES © (A La Venta En Físico Por AMAZON y Librería MOB en Línea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora