INFELICIDAD (PARTE TRES)

11 3 0
                                    

Cuando Mike y Lilly llegaron a la clínica, Doris ya los aguardaba en la sala de espera, de aspecto circunspecto y caminando de un lado a otro con demasiada desesperación. A penas verlos, un puchero acabó de nublarle el semblante seguido por el torrente desbordado de sus lágrimas, las cuales resultó obvio llevaba conteniendo por más tiempo del que podía soportar.

El hijo de William, cuyo sentido común estaba bastante desarrollado, empezó a presuponer cosas. Sin embargo, no fue hasta que notó cómo la enfermera le rehuía la mirada a Lillian, que las dudas se disiparon uniendo los cabos sueltos.

Si llevar consigo a la unigénita de los Buttler había sido imperativo, no debía tratarse de nadie más que de Selene.

— ¿Qué sucede? —cuestionó la ojiazul, confundida.

Los iris de Doris se clavaron en los del castaño en un silencioso grito de auxilio, y él le correspondió entornando los ojos, gesto impregnado con la pregunta del millón y cuya contestación sabía incluso, antes de que se la profirieran.

Ésta asintió.

Si para ella, acostumbrada a dar malas noticias estaba siendo duro, ¿imaginan el suplicio de Michael?

El nudo que se le formó en la garganta no tuvo punto de comparación.

Y sacando fuerzas de flaqueza, arrostró a Lilly tomándola por los hombros cariñosamente, para decirle: —Se trata de Selene.

— ¿Qué pasa con mi madre? —quiso saber, con la voz tan temblorosa, que parecía estarse congelando.

El interpelado viró su escrutinio hacia aquella que seguramente, tenía las resoluciones correctas.

—El cáncer...

—No. —Jadeó la muchacha, abrazándose a Michael como si lo hiciera de un salvavidas, lo suficientemente firme para que no la dejara caer al suelo.

Verla ahí, entre sus brazos y a nada de derrumbarse, le oprimía el corazón tal cual si lo hiciese alguien intentando despojarlo de la última gota de sangre.

Si ella sufría, él sufría en las mismas proporciones.

¿Cómo no hacerlo, si la amaba más que a sí mismo?

Necesito verla —expuso, a la mar de ansiosa y rompiendo lentamente el contacto.

—En este momento el Doctor Moore está con ella. Ingresó por conato de infarto. La Señora Turner y Jack llegaban a tu casa cuando sucedió. Fueron ellos quienes llamaron a la ambulancia.

— ¡Dios! —Clamó Mike, suspirando.

—Ya se han retirado. Tu padre les pidió localizar a Martin.

— ¿Tan grave es? —Siguió indagando Lilly, con voz entrecortada y advirtiendo en su pecho un sentimiento de pérdida adelantado a los hechos. Un presentimiento.

La explicación de Doris cayó sobre la chica como si fuesen rocas vapuleándole la espalda. Enterarse del retorno del cáncer no le era sencillo, pero lo más difícil de todo fue el diagnóstico terminal del que ni ella ni su padre, tenían conocimiento.

No podía creer lo ciegos que habían sido al no darse cuenta de lo que Selene enfrentaba a solas y, menos de la magnificencia de lo que la hubo conducido a ocultar su gravedad.

El alma se le hizo añicos.

—Fue hace poco —musitó la enfermera aún llorosa, refiriéndose al tiempo transcurrido desde el nuevo diagnóstico —. Ni siquiera terminó las quimios programadas; tal vez por eso ha sido menos notoria la recaída.

SIN LÍMITES © (A La Venta En Físico Por AMAZON y Librería MOB en Línea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora