COMO SI HUBIERA SIDO AYER

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—Por favor, es mejor que pares. Debes recordar que no vivo sola —Le decía Lillian a Jack cuando este no perdía la mínima oportunidad de estar a solas para poder besarla e intentar, como en muchas otras ocasiones, que ella accediera a tener intimidad.

No existía nada que anhelara más que sentirla cerca, tanto como para que no hubiese ningún espacio en su cuerpo que tuviese frío; que no alcanzara a cubrirse con el calor de la estética silueta que Lilly poseía.

La deseaba desde que eran adolescentes y ahora que la tenía, no desistiría hasta convertirla en su esposa. Acababan de cumplir cinco años juntos, sin embargo, la espera a Jack le estaba resultando insoportable.

— ¿Te he dicho cuánto me encantas? —Le preguntó él, besándole el cuello y acariciándole el vientre por debajo del dobladillo de la blusa de tirantes.

La temperatura en Rainbows Bay marcaba un poco más de los treinta y ocho grados, el calor suficiente como para calentar completamente no solo la atmósfera, sino a todos aquellos que estuviesen bajo su influjo.

A Jackson, en especial.

Ambos veían televisión en la sala, recostados en el sofá gris de tres plazas. Ni siquiera prestaban atención al programa de comedia en el que el aparato se hallaba sintonizado, pero si fingir hacerlo era la condición para disfrutar de la única pieza que contaba con aire acondicionado en el pequeño apartamento que compartía con su mejor amiga, entonces eso harían.

Julia. Ese era su nombre.

Se trataba nada más y nada menos que de la sobrina nieta de la Señora Kaplan —el periódico parlante de la Bahía—, quien al no tener hijos, se vio en la necesidad de acoger a la hija menor de su hermano. Jules, como sus allegados le decían, llegó a la bahía al cumplir los diecinueve años de edad quedando a cargo del cuidado de su tía hasta que ésta falleció, haciéndola heredera de la casa en la que exhalara su último resuello y la que se rehusaba habitar.

"Esa mujer ronda por los pasillos". "Prefiero pagar alquiler, que pasar las noches en vela por miedo a que se me aparezca". Aseguraba cada que la gente cuestionaba su proceder.

Simpatizó con Lilly desde el primer día, cuando presa del aburrimiento y sin nada mejor que hacer, decidió inscribirse en la escuela de nado y buceo donde la castaña trabajaba de instructora y cuya dueña era, la profesora Solange Turner.

Sí, la orgullosa madre de Jack y también su único apoyo.

Siendo el hijo de un marine desaparecido en combate y cuyo paradero seguía siendo una incógnita... Bueno, no existió para Miss Solange una justificación más idónea para conformar una familia de dos, si un segundo matrimonio no estaba en sus planes.

Su hijo recién nacido y sus alumnos fueron el mejor de los consuelos.

—Parece que no te interesa que Jules nos encuentre en una posición muy poco decorosa, ¿cierto?

Un beso de lengua frenó la respuesta, un beso que Lillian recibió con gusto, mas no con el afán de hacerlo avanzar hasta donde el chico planeaba.

Se había cubierto en recelo desde aquella primera vez, la primera vez que había entregado su cuerpo y su corazón por amor.

— ¿Quieres que te diga de cuales posiciones me apetece hablar? —consiguió pronunciar separando los labios de los de quien catalogaba como el amor de su vida, para finalmente profundizar el beso, pasarle la palma de su mano izquierda por la baja espalda y pegarla más a sí mismo, sobretodo en puntos estratégicos.

Jadeó y en ese mismo instante, la cerradura de la entrada anunció lo que minutos antes la misma Lilly le hubo advertido.

—El centro comercial está a reventar —enunció Jules sin enfocarlos, cargando una bolsa repleta de víveres.

SIN LÍMITES © (A La Venta En Físico Por AMAZON y Librería MOB en Línea)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora