Adaptación࿐

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Capítulo 3 

Adaptación


     Evan, luego de ser apresado por los guardias y apartado de Ninfa

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     Evan, luego de ser apresado por los guardias y apartado de Ninfa. Es custodiado y acompañado por dos guardias Doramor, hasta el instituto Daemón salvador. En un camino de piedras delicadamente puestas, el carruaje avanzaba en dirección a la imponente montaña seguida del enorme edificio de cuatro pisos.

     —¡Bájate! —dijo uno de los guardias, ayudando a Evan a bajar los escalones del carruaje. Luego lo guió hasta una senda musgosa con helechos y rosales marchitos. Con exageradas pisadas, el guardia caminaba erguido guiando al niño hasta llegar a una entrada rocosa, escondida por una capa de montaña; había una puerta de roble que alcanzaba a medir siete veces el tamaño de un niño. Tenía manijas de acero negro en forma de “u” que sonaban al rebotar sobre la madera, la puerta se abrió lentamente, crujiendo como un árbol vivo. 

     Dentro había una cueva gigante sostenida por columnas de concreto, habían niños con túnicas negras como las de Evan, a diferencia de que estas estaban descuidadas y malolientes.

     Todos estaban sentados y rectos a la vigilia de un profesor estricto que tenía una camisa larga, negra, bordeada de listones y piezas de plata incrustadas en las hombreras, como picos de pájaro.

     —la próxima vez, piensa mejor las cosas que haces —dijo el guardia Doramor mirándole a los ojos a Evan—. luego dió la vuelta y se fué.

     Evan observaba a los niños sucios y mal vestidos por todos lados. El lugar estaba húmedo. 

      —¡A ver insolentes, en orden! —gritó el profesor retumbando el sonido de su voz por los anchos espacios. Luego vió la linda túnica negra de Evan, ya que destacaba sobre los demás niños, se acercó dando unos pasos lentos y se dirigió hacia él.

      —¿Tú qué haces aquí? De seguro eres de esos niños ricos de Pradósgarten que comienzan aquí para pretender tener respeto —giró para mirar a los demás niños—. Mañana comenzará un día arduo de entrenamiento, no quiero nada de lloriqueos.

     Luego comenzó a hacerlos estirar; los sometió a flexiones de brazos, abdominales y trotes. Las paredes estaban preparadas para escalada, había barrotes para columpiarse y pequeñas construcciones de madera, ideadas para saltar. Ningún niño parecía tener interés en prestar atención a otra cosa que no sea el profesor.

     Evan estaba intrigado y entusiasmado por saber sobre los demás niños, mientras estaban calentando, había uno de ellos, que era varias veces su tamaño, era obeso y estaba sudando:

   —¡Hola! soy Evan ¿y tú? —dijo. 

     El niño giró con levedad su cabeza, con el ceño fruncido.

Utopía Del Bosque I EterlipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora