Capítulo 10
Responsabilidad
—Éracrhuine—
Hace 18 años…
Al Noroeste del centro de Evellir: Las Ruinas de los Erácnir, es un asentamiento de veteranos de guerra Pradianos. Que han sido marginados por la sociedad, por haber sido cómplices de una época oscura de la historia.
Un hombre llegó a las Ruinas montando un corcel pura sangre, con una bebé entre los brazos. Tanto de noche como de día, desde siempre, las ruinas eran azotadas por tormentas. Pero esta noche estaba despejada y lo único que dejaba percibir el barro era la palidez lunar y la ausencia de truenos, daban paso al claro galope del corcel.
El hombre se detuvo frente a una de las cabañas, se acercó resonando sus botas y ocultando bajo su manto; el rostro barbudo y rudo que imponía. El llanto de la bebé comenzó.
Una mujer robusta abrió la puerta con un hacha en su mano. «General Prados Merinus… es usted».
Ninfa tenía vagos recuerdos de su madrastra, jamás supo sobre su historia, tampoco la veía carcomida por remordimientos, solo orgullosa por sus actos.
A sus 12 años, habían viajado a Ventaldea: un pueblo turístico. Estaba oscuro, no había ningún tipo de juguetes más que mapas y dinero bajo la cama. Era una noche de lluvia torrencial. Y aún así, la niña era sometida a pedir limosnas, solo como beneficio de ingreso pasivo extra, para su madrastra.
—¡Mocosa! ¡Ven aquí! —dijo Ladherta.
Una mujer grande, tanto de edad como de altura y peso. Junto al fuego tranquilizador de la chimenea de la casa de barro, se ponía sus zapatos de cuero.
—si —respondió Ninfa—. ¡Ya voy!
Ninfa se asomó a la puerta y Ladherta la miró casi con desprecio.
—¿trajiste lo que te pedí? ¿Cuánto recaudaste?
—solamente cinco centilidios —contestó Ninfa, buscando en sus bolsillos. Los acercó con las manos temblorosas hacia ella.
La mujer golpeó a mano extendida, su delicada cara, dejándola en el suelo. Todas las monedas habían quedado desparramadas.
—no sirves para un carajo. Ojalá nunca hubieras nacido… Quédate aquí. Cuando vuelva, quiero ver todo impecable —salió de la casa y cerró con llave.
La pequeña tenía la cara llena de tierra y lágrimas, mientras juntaba de a poco las monedas, no paraba de pensar en todas las formas en las que podría asesinarla. No tenía oportunidad para eso, pero si para escapar.
Buscó por todas partes, en cajones, estanterías: algo que la ayudara a sobrevivir fuera de la casa, teniendo en cuenta la sociedad perversa, llena de ladrones, asesinos.
Encontró en un cofre, una reluciente daga roja, que parecía un obsequio de un viejo amigo. No dudó ni un segundo en tomarla, y salirse con la suya. Buscó algún lugar donde poder salir. Había una ventana que podía abrirse con algo de fuerza y tiempo: se subió a una silla y comenzó a forcejear, con todas sus fuerzas hasta agotar su energía, podría romper la ventana, pero haría ruido suficiente para alertar a los vecinos.
El ruido de la llave girando en el cerrojo, le quitó esperanzas. Ladherta trataba de abrir la puerta, Ninfa la había bloqueado con varios muebles, le dió tiempo suficiente para abrir la ventana, llevando varios ropajes, comida, bebida y la daga roja.

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Utopía Del Bosque I Eterlipsis
FantasiaNadie sabe quien provocó el incendio del Etéreobosque de Brethlumen. Todo Evellir está confundido por las anomalías que ocurren en el sur, mientras en el Oeste, el rey Forgtten pretende controlar las masas. Evan, un niño criado en el bosque por un s...