Capítulo 11
—Pradósgarten—
—mañanas idílicas, mañanas idílicas… —repetía Ninfa, recordando las palabras de Tigell, estaba empecinada con volver a verlo, también le alegraba verlo feliz aquí. Era demasiado temprano para la ciudad, como para tener gente caminando en sus calles. Y no podía preguntarle a ningún guardia, indicaciones para llegar. Porque sabrían de ella.
Fué una gran coincidencia, escuchar voces al otro lado de la calle, parecía una pareja discutiendo.
—¡Nunca tienes tiempo para mí! —dijo una jovencita.
Ninfa miró con cautela, desde la otra calle. Era él… era Tigell. ¿Qué estaba pasando?
—Solo dame un poco más de tiempo.
—no, ya no te voy a esperar más, Tigell Ol-Vera. ¡Vete a la mierda! —se descolgó a la fuerza un collar dorado que él le había comprado y lo lanzó. Luego se fué.
El joven se sentó en un escalón de la entrada de la cafetería que le había indicado. Y Ninfa se acercó.
—ah… ¡Nif! ¡Eres tú! Por lo que viste, parece que soy malo con estas cosas. Ya sabes, mujeres y esas cosas.
—¿pero estás bien? Estoy aquí para escucharte, si lo necesitas.
—¡Nah! No te preocupes —se levantó del escalón— ¿Me acompañas? Iré a despejar mi mente a mi lugar seguro.
Tigell se levantó y sin esperar, comenzó a caminar hacia el este. Ninfa lo seguía.
—¿A dónde vamos?
—Es un pequeño lugar en el que me resguardo cuando necesito pensar o escapar de la gente. Te gustará.
—Está bien.
—veo, que llevas tu estilo. No sé si es buena idea que estés vestida así. Los guardias te reconocerán.
—Lo sé, me han reconocido.
—¿Te reconocieron? hey, ¿no llevas tu daga? ¿Dónde está? ¿Te la confiscaron?
Ninfa miró a otro lado y Tigell sonrió.
—¡No puede ser! Así que… ¡a la invencible, intocable Ninfa Seneth, le han quitado su daga tan fácilmente!
—callate, yo se las dí por las buenas, en algún momento la recuperaré.
—no te creo nada. Tú me mientes —soltó una risa.
Los dos marcharon todo recto hasta dar con un terreno abandonado, detrás de unas vallas de madera, la tierra estaba doblada de retamas y arbustos descuidados. Tigell traspasó la valla y desapareció entre las plantas. «¿Ahora a dónde me lleva?» —pensó Ninfa.
De pronto apareció ante sus ojos, una galería de arte abandonada, abarrotada por la guerra de las épocas oscuras. Unas estatuas de mármol que decoraban el jardín del lugar, estaban verdes, cortadas por la mitad. En cada esquina 5 columnas eran el apoyo de un techo débil, acostumbrado a la húmeda tierra que se disipaba por las lluvias.
Continuaron por unas escaleras de caracol, que llevaban a lo alto del techo. Era deslumbrante la ciudad desde arriba, la estatua de Prados que decoraba la calle principal era todavía más apreciable; era la única estatua de Prados que mostraba su daga y espada siendo cargados por él, tanto como su yelmo blanco, postrado en su cabeza, su pesada capa, y su imponente uniforme.
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Utopía Del Bosque I Eterlipsis
FantasyNadie sabe quien provocó el incendio del Etéreobosque de Brethlumen. Todo Evellir está confundido por las anomalías que ocurren en el sur, mientras en el Oeste, el rey Forgtten pretende controlar las masas. Evan, un niño criado en el bosque por un s...