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Finalmente el día de la exposición había llegado, pero Donghyuck no estaba en su mejor humor, en absoluto. 

En apariencia todo estaba bien. Todos los estudiantes que cursaban escultura o pintura habían realizado un trabajo exquisito; los expositores no solo eran sus alumnos, en una institución tan grande era evidente que él no era el único profesor que dictaba esas cátedras, sin embargo sí era el mejor, por lo que conseguir cupo en sus materias requería madrugar y a veces tener un poco de suerte. En ese sentido, eso convertía a sus alumnos en —probablemente— los más competentes a la hora de someterse al escrutinio. 

La exigencia de Donghyuck ese día estaba por los cielos, al igual que cualquier día en donde sus alumnos entrarían en una revisión para nada amable del público con un endeble conocimiento en arte; claro, también irían personas importantes que desde ya podrían ubicarlos en los mejores sectores, pero los comentarios indeseables siempre eran más fáciles de escuchar y difíciles de borrar. 

—¿Está todo bien, profesor? —le preguntó Hendery un tanto preocupado, Donghyuck no paraba de mirar su escultura con el ceño fruncido. 

Asintió relajando de inmediato su expresión. —Te luciste, Der. 

—¿Seguro? —frunció también el ceño él, observando su escultura, quizá basarse en la mascota de su mejor amigo no había resultado como lo tenía previsto. 

Donghyuck le puso la mano en el hombro y le dio un leve apretón. —El amor y el vinculo tan especial que puedes formar con tu mascota es algo digno de arte —su honesta sonrisa terminó por contagiar a su estudiante—, el arte es la expresión más pura de tu corazón, y los perros son la representación más pura del amor. Haz unido dos cosas maravillosas en esta escultura, y que nadie te haga pensar lo contrario.

Él tenía la facilidad para levantarle el ánimo a las personas. Sus terceros no podrían decir a ciencia exacta qué era lo que hacía que Donghyuck fuera una persona en la que se podía confiar tan fácil, sin embargo confiaban y para cuando caían en cuenta que soltaron más agua de la que deberían, no había nada qué hacer; ya Donghyuck había oído todo.

¿Pero quién le levantaba el ánimo a él? No había logrado terminar el cuadro de la mariposa; llevaba dos semanas en ello y no había podido dar con un resultado que le pareciera satisfactorio. De ahí provenía su mal humor, quizá el diablo estaba escondido en su cueva en esos momentos.

—¿Nervioso? 

Ya con la cantidad de veces que se lo encontraba en la semana, ni siquiera podía sobresaltarse de sentir su cantarina voz a sus espaldas. 

—¿Me estás siguiendo nuevamente, profesor Lee?

Solo hasta que el otro no soltó su dulce risa, Donghyuck no giró a mirarlo. 

—¿Debería seguirte?

El moreno negó mientras sonreía. —Siempre me pone nervioso las opiniones de las personas sobre las exposiciones de mis estudiantes, y no por mí —miró a su alrededor, todos lucían tan emocionados, pero ya había estudiantes que tenían un semblante un poco apagado—. El corazón de algunos artistas es frágil, un mal comentario y pueden apagarles su pasión. 

Mark asintió mientras lo oía en completo silencio, detallando sus facciones. En su cabeza estaba que claramente Donghyuck se había dedicado al arte porque era evidente que él era una obra perfecta; compartiría con el mundo lo que él en esencia era. Sus lunares formaban constelaciones, y mataría a Jeno la próxima vez que se burlara de ello; sus ojos tenían la hechizante magia de una noche púrpura e indudablemente sus labios debían contener algún secreto divino, pero lo que más llamó la atención de Mark en se momento no era su belleza física, era su belleza interior. 

Little Things - Lee Donghyuck (Markhyuck/Nahyuck).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora