65. Cuando a Clyde le dieron una carta

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Fui corriendo para alcanzar a Clyde. Me incliné y lo miré.

— ¿Estás bien?— le pregunté.
— Sí— dijo pero no se veía bien—, sólo necesito un momento...
— Respira profundamente— le dije.

Él lo hizo un par de veces.

— ¿Sigues sintiéndote mal?— pregunté.
— Estoy mejor— dijo Clyde más tranquilo.
— ¿No tengo que llamar a una ambulancia?— dijo el amigo de papá que quién sabe cuándo llegó hasta nosotros.
— ¡No estoy bien, sí llamen a una!— dijo Clyde alterado cuando lo vio.
— ¿Qué hace usted aquí?— le dije molesto—, ¿No se da cuenta que a mi novio le está dando un ataque de ansiedad por su culpa?
— ¿Es culpa mía?— dijo él sorprendido—, ¡Disculpen, me alejaré!

Se fue con mi papá y con Miriam.

— ¿Acabas de regañar a R.P. Blossom?— me dijo Clyde.
— Tenía que hacer que se vaya— le dije—. Para que te sientas mejor.

Entonces Clyde empezó a reírse.

— ¿Qué es tan divertido?— le pregunté.
— Nada, es sólo que... eres una persona de verdad extraordinaria.
— Yo creo que tú eres extraordinario también— le dije—. Por eso papá trajo a ese señor. Por eso él quiere verte.

Clyde me observó pensativo. Suspiró.

— Es difícil de creer— dijo.
— Pero es verdad— le dije—. Tal vez yo no sé de cuentos pero ese señor sí y quiere conocerte. No creo que sea una mala persona si me regalaba chocolate a cambio de canciones.

Él soltó una risita. Después salió lentamente de debajo de la mesa. Me acerqué y tomé su mano.

— ¿Estás listo?— le pregunté.
— Lo estoy— dijo con seguridad.

Caminamos hasta donde papá y los demás estaban.

— ¿Está todo bien?— preguntó papá.
— Lo está, perdón por causar molestias— dijo Clyde.
— No, yo soy quién las causó— dijo el señor—. No sé exactamente qué hice pero lo siento.
— No hizo nada— le dijo Clyde—. Es sólo que... no esperaba conocerlo hoy.
— Quería que fuera una sorpresa— le dijo papá—. No fue una buena idea. Casi te da un ataque según pareció.
— Jamás me había pasado eso— dijo el señor de buen humor—. Tal vez porque casi nunca conozco gente que me lee.
— ¿No conoce a sus lectores?— dije.
— Casi nadie sabe que escribo— dijo él—. Mi identidad está en el anonimato. Mi editor dice que eso aumenta el misterio y por lo tanto las ventas de mis libros.
— ¿Entonces usted de verdad escribe esas cosas macabras que Clyde lee?— dije mientras lo miraba—, porque usted no parece macabro.
— Tu amigo tampoco y escribió algo que me dejó pensando por un buen rato— me dijo él.
— ¿Eres gótico o algo así?— le preguntó Miram.
— No pero la gente siempre lo piensa— dijo Clyde.
— Tú sí pareces alguien que escribiría algo así de aterrador— le dijo ella—. También leí lo que escribiste. Es muy bueno. Me da un poco de envidia. Eres muy joven.
— Tienes mucho talento— le dijo el escritor—. Necesitas una buena pulida pero tienes lo necesario para asustar a todo el país.
— Muchas gracias— le dijo Clyde—. Usted me ha inspirado demasiado durante toda mi vida. Su opinión significa mucho.
— Vivo en esta ciudad y si estudias aquí, me podrías encontrar en esta biblioteca— le dijo él—. A veces vengo a escribir. O a leer. Mi hija me acompaña siempre.
— ¿Usted quiere verme de nuevo?— preguntó Clyde sorprendido.
— No sólo eso— le dijo él—, tengo bastantes observaciones sobre tus textos. Espero que aceptes correcciones.
— Por supuesto— dijo Clyde.
— Espera, te mostraré.

Miriam le pasó unas hojas. Él las tomó y le enseñó a Clyde un par de cosas. Hablaron de letras y textos pero yo no entendí casi nada. Se tardaron un buen rato mientras todos parecían muy interesados.
En algún momento mi papá notó que yo no estaba entendiendo nada.

Percy y el chico góticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora