Percy y el chico gótico

26. Cuando apostaban caramelos

Al día siguiente, llegué muy temprano y con renovadas energías. Le había hecho jurar a papá que no le contaría nada a mi mamá porque yo deseaba comunicarle lo que pasaba de primera mano. Claro, eso si lograba arreglar las cosas.

Bajé del auto. Caminé hacia la entrada. Entonces vi que Clyde caminaba a unos metros frente a mí. Me sentía nervioso pero debía ser valiente. Corrí hasta su lado. Íbamos a girar en un esquina del pasillo cuando me observó y yo lo miré a él. Se quitó los audífonos.

— Hola— le dije, me sentía muy nervioso—, ¿Podemos hablar?

Él me miró unos segundos. Asintió con la cabeza. No se veía enojado pero no podía asegurarlo. Nos hicimos a un lado del pasillo.

— No sé por dónde empezar— admití con pena.
— Yo sí— dijo él—. Lo pensé un poco y... lamento si te hice sentir mal cuando me fui apresuradamente. Necesitaba un tiempo para considerar todo y creo que podemos hacer lo que quieres.
— ¿Qué?— dije sorprendido.
— Si es lo que quieres, entonces debemos hacerlo— dijo.

Me quedé sin palabras.

— ¿Harías eso?— dije.
— Por ti lo haría.

Casi me pongo a llorar cuando escuché eso. Pero no era momento para ponerme sentimental.

— Pero estarías haciendo algo que no te gusta— dije.
— No siempre podemos hacer lo que nos gusta— dijo él—. Jerome lo dice todo el tiempo. Al fin entiendo a qué se refiere.
— No es necesario— dije—. Ayer hablé con papá y él me ayudó a aclarar lo que pasaba. En realidad yo tampoco creo que eso sea lo que quiero. Así tampoco soy yo. Es sólo que... me asusté mucho, jamás en mi vida me había ocurrido algo como eso y no supe qué hacer. Lamento que hayas pensado que me importa más lo que pensaban los demás que tú. No es cierto.

Él me miró. Suspiró.

— Definitivamente quiero conocer a tu papá— dijo.
— Creo que ya le agradas— dije—. Y eso que sólo le he hablado de ti.

Le sonreí. Él se veía igual de tranquilo que siempre.

— Debemos llegar a un punto medio y creo saber qué hacer— dijo—. Entiendo que es difícil para ti lidiar con algo con lo que jamás trataste. Así que podríamos dejar pasar unos días mientras todo se calma. Quizá las cosas pasaron así por la primera impresión que dimos pero después ya no les resultará una sorpresa. Además con todo lo que hizo el consejo estudiantil estoy seguro de que estaremos bien.
— De acuerdo— le dije.

Fuimos al salón juntos. Jerome ya estaba ahí. Al vernos corrió a alcanzarnos.

— ¿Está todo bien? ¿Están juntos?— preguntó.
— Hablamos— dije.
— Qué alivio— dijo Jerome—. Me asusté ayer cuando se fueron sorpresivamente.
— ¿Qué?— dijo Clyde.
— Ayer papá vino por mí— admití.
— ¿Por qué?— dijo Clyde.
— Me sentía muy mal— dije—. Así que le pedí a Jerome que me ayudara. Él le dijo a la profesora Lucille y ella llamó a mi papá. Fue una buena idea porque gracias a eso pude hablar con papá toda la tarde.
— Qué bueno que nuestra cobardía fuera útil para ti— me dijo Jerome—. Porque la verdad es que no llamamos a tu madre porque tiene aterrorizados a todos los directivos.
— Con razón se me hacía extraño que hubiera venido mi papá por mí en lugar de mi mamá— dije.
— Lamento que tuvieras que irte por mi culpa— me dijo Clyde.
— No te disculpes, tú también te fuiste por mi culpa— dije.
— No se disculpen entre ustedes, mejor pídanme perdón a mí— dijo Jerome—. Casi me da un paro cardíaco.
— El mundo no se hubiera perdido de mucho en ese caso— le dijo Clyde y se fue a su lugar.

Las clases transcurrieron con normalidad y por un momento todo pareció a lo de antes. Yo hablaba con todos y ellos conmigo, los rumores eran sobre los desfiguros que hacía James por la escuela y los profesores ya se enfocaban en los próximos exámenes.