40. Cuando nos veíamos ridículos

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Parecía una buena idea al principio. Yo pasaba mis recesos junto a Rodrigo conociéndolo y tratando de que creara una conexión con su parte sentimental. Clyde pasaba los recesos con Cindy (mientras Jerome los veía feo) tratando de analizarla y descubrir su verdadero yo.
Fue sólo una semana pero cuando volví a reencontrarme con Clyde después de eso descubrí que habíamos cambiado mucho.

— ¿Eso es un tatuaje?— dijo él sorprendido—, ¿Y por qué tu cabello se ve así?
— ¿Estás usando un sombrero?— le dije.
— Cindy me lo regaló— dijo él.

Ella apareció. Usaba ropa oscura, mechas rosas en su cabello rubio y tenía demasiado delineador negro en los ojos.

— ¿Qué pasa aquí?— dije confundido.
— Clyde me enseñó a usar correctamente mi delineador— dijo ella feliz—. También es genial maquillándome.
— ¿Qué?— dije ofendido—, ¿Por qué a mí nunca me maquillaron?
— No aceptaré reclamos de alguien que usa demasiadas cadenas doradas en el cuello— me dijo Clyde.
— ¿Qué estás tratando de decirme?— dije.
— Usas cadenas, tu cabello tiene tanto fijador que parece de plástico y en serio me asusta la posibilidad de que ese tatuaje sea real— me dijo él—. Eres la versión miniatura y pelirroja de Rodrigo.
— Claro que no— dije—. Rodrigo tiene un hermoso color bronceado. Pude hacerlo artificialmente pero me da miedo el proceso. Además, ¿Qué hay de ella?

La señalé.

— ¿Qué pasa con Cindy?— dijo Clyde.
— ¿No lo ves? ¡Se parece a ti!— dije exaltado.
— ¡Claro que no!— dijo él.
— ¡Se supone que el gótico eres tú, no ella!— dije.
— No es gótica, sólo la ayudé a verse mejor— me dijo Clyde.
— ¿Según quién?— dije—, ¡Es idéntica a ti!

Clyde la observó. Luego me miró a mí.

— De acuerdo, algo falló en el plan—admitió él.
— Lo sé— dije mirando las cadenas de mi cuello—. Y no me di cuenta de cuándo pasó.
— Yo menos— dijo él—. Pero es lo único que cambió, ¿No?

Apareció Jerome.

— Hola Percy— me dijo mientras usaba una chaqueta oscura, tenía el cabello peinado hacia enfrente y tenía mucho delineador negro debajo de los ojos.

Cuestioné a Clyde con la mirada.

— ¿Qué pasa?— me dijo Jerome.
— Eso iba a preguntarte yo— le dije—, ¿Qué porqué te vistes diferente? ¿Y tus anteojos? ¿Siquiera puedes ver?
— ¿De qué hablas?— dijo él—. Siempre me he visto así.
— Claro que no— dije—. Pareces gótico.
— ¿De verdad?— dijo Clyde—. Con razón me agradaba más de lo normal últimamente.
— Esto está mal. Necesitamos hablarlo— dije—. Síganme.

Fuimos a las máquinas expendedoras.

— ¡Qué lugar tan increíble para reunirse!— dijo Cindy.
— Lo sé, es grandioso— le dijo Jerome.
— Tú odias este lugar— le dije a él—. Sólo dices eso por Cindy.
— ¿Por qué haría algo así?— dijo ella.
— Por la misma razón por la que se viste de esa forma— le dijo Clyde—. Quiere ganarse tu admiración. Tú le gustas mucho así que pensó en imitarme ya que pasas mucho tiempo conmigo.
— ¡Era un secreto!— se quejó Jerome avergonzado.
— ¿Entonces es cierto?— dijo ella.
— Lo es— dijo Clyde—. Aunque yo no usaría esa chaqueta. Es de motociclista. Y tu delineador se está corriendo.
— Necesitas uno a prueba de agua— le dijo Cindy.
— Y dura mejor si usas una prebase que lo mantenga intacto— le dijo Clyde.
— Te recomiendo el mío, es buenísimo— le dijo Cindy—. Clyde me ayudó a comprarlo.
— ¿Pueden dejar de hablar de maquillaje?— dije molesto—, esperen un momento, ¿Fueron de compras juntos?
— Ella no estaba usando el delineador correcto para su tipo de piel— dijo Clyde—. Era una emergencia.
— ¡Yo quería ir de compras contigo!— le dije afligido.
— ¿Y tú no hiciste cosas con Rodrigo?— me preguntó Clyde—, ¿No te parece que yo quería hacer algo de eso contigo?
— ¿Quieres saltar de un acantilado de seis metros?— le dije.
— ¿Saltaste de un acantilado?— me preguntó Clyde sorprendido.
— Recuerdo la primera vez que acompañé a Rodrigo a ese acantilado— dijo Cindy—. No me dejó saltar que porque era muy peligroso.
— Yo puedo llevarte a ese acantilado— le dijo Jerome—. Podríamos saltar juntos.
— Clyde irá conmigo— dijo ella.
— ¡Claro que no!— le dije enojado—, ¡Si un día Clyde muere en un acantilado quiero que sea por mi culpa, no por la tuya!
— ¿Qué?— dijo Clyde alterado.
— Además Clyde ya tiene a alguien— dijo Jerome—. No puedo creer que sea tan desconsiderado como para querer a alguien más.
— Yo no soy así— le dijo Clyde—. Ella está conmigo porque quería ayudarla con su problema.
— Pues comprar delineadores no es precisamente la mejor forma de ayudarla— le dije.
— ¿Y tú cómo vas con Rodrigo?— me dijo Clyde molesto—, ¿Solucionaste algo?
— No exactamente— dije apenado.
— Esperen un momento— dijo Cindy—, ¿Qué está pasando aquí?

Resignados, le contamos lo que planeábamos hacer.

— Lamentamos no decirte lo que pasaba— le dije a ella—. Pero tú querías quitarme a mi novio así que me obligaste a involucrarme.
— Y míranos ahora— dijo Clyde—. Nos involucramos tanto que ahora nuestra relación es la que tiene problemas.
— Sin contar con que algunos nos vemos ridículos— dije.
— Habla por ti, yo me veo genial— dijo Jerome—. También Cindy.
— No, no es cierto— les dijo Clyde—. Me halaga pero no están siendo ustedes mismos. Sólo quieren verse como yo.
— Me gusta cómo me veo— le dijo Cindy.
— Y a mí también me agrada— le dijo Clyde—. Pero tú no eres así. Cambiaste por mí.
— ¡Quiero gustarte, es obvio que debo cambiar por ti!— dijo ella histérica.
— ¿Qué?— le dijo Jerome sorprendido—, ¿En serio te gusta él? ¿Por qué? Me veo como él, ¿Por qué no te gusto yo?
— Están equivocados ambos— les dijo Clyde—. No cambias tu aspecto para que le gustes a alguien. Debe aceptarte así como eres.
— ¡Pero tú no me quieres así como soy!— le dijo ella.
— Cindy, tú me agradas mucho— le dijo Clyde—. Eres bonita y muy inteligente, también más gentil de lo que aparentas y entiendo porqué le gustas mucho a Jerome y a básicamente todos los chicos de esta escuela pero en este preciso instante no hay forma de que me fije en ti. Estoy saliendo con Percy.
— ¿De verdad me prefieres aún cuando no uso delineador?— le dije a Clyde.
— Claro— me dijo él—. Aún cuando tu cabello tiene más volumen que tu cara.
— Rodrigo me enseñó a hacer eso con una secadora— dije—. Dijo que es un peinado muy masculino.
— Si defines “masculino” como algo que asusta, tal vez tenga razón— dijo Jerome.
— A mí nunca me enseñó nada— dijo Cindy pensativa—. Tampoco me dijo algo así de romántico. Tenía razón, él no me quería.

Parecía en verdad decepcionada.

— Le gustabas mucho— le dije—. En realidad le gustas aún ahora.
— Pero no es bueno para mí— dijo ella—. Somos tóxicos.
— ¿Y quién dijo que lo tóxico no puede dejar de serlo?— dije.
— Yo lo creo— dijo Jerome
— Vete de aquí— le dijo Clyde.
— No me iré, tengo derecho a pelear por amor— dijo Jerome.
— ¿Cuál amor?— le dijo Clyde—. Nadie pelea por ti. Esta es una batalla que nunca ganarás.
— Eso no lo sabes— le dijo Jerome.
— En realidad es cierto— le dijo Cindy—. Lo siento pero en este instante me gusta otra persona. Se ve que eres un increíble chico, es obvio porque hasta trataste de vestirte como Clyde para llamar mi atención pero... no soy para ti. Sé que un día encontrarás a una chica por la que valdrá la pena hacer todas esas cosas. Pero esa no soy yo.

Jerome parecía decepcionado. Pero demasiado, como si la palabra decepción acabara de ser inventada por él.

— Lo siento— le dijo Clyde.
— No, yo estoy bien— agregó Jerome tratando de verse relajado—. No es como si en verdad esperara algo... sabía que era imposible. ¿Alguien quiere caramelos? Iré por unos...

Lo observamos irse.

— Pero si las máquinas expendedoras está detrás de nosotros— dijo Cindy.
— Lo que trató de decir es que necesita estar solo— dijo Clyde—. Estará bien, no se preocupen.
— No quería lastimarlo— dijo ella.
— Debe doler, naturalmente— dijo Clyde—. Si existe algo como el amor que causa mucha felicidad cuando lo tienes, es obvio que te destrozará cuando lo pierdas.
— Qué sabio eres— le dijo ella—. Ahora creo que entiendo por qué no te gusto.
— No es por eso, creo que eres muy lista— le dijo Clyde—. Pero ser sabio no es precisamente un requisito en el amor. Antes solía pensar que iba a enamorarme de alguien igual a mí pero... si miras a Percy, notarás que somos bastante opuestos. Y está bien, adoro todo de él.

Ella me miró.

— Y en realidad yo no te gustaba tanto— agregó Clyde—. De otra forma te hubieras ido a comprar caramelos como Jerome. No estás herida.

Ella lo pensó un momento.

— Es cierto— admitió ella—. Me siento decepcionada pero... mi corazón no está roto.
— Es porque creíste que yo te gustaba ya que me interesé en ti— le dijo Clyde—. Pero es porque te sentías sola y estabas vulnerable. Necesitabas apoyo y me gustó ser útil pero... esto no es amor.

En verdad Clyde era sabio. Quizá yo no tanto pero... amaba esa parte de él.

Percy y el chico góticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora