64. Cuando viajamos en avión

23 8 3
                                        

Afortunadamente a Clyde, a Jerome y a mí nos tocó sentarnos juntos. Papá y Sophie fueron en los asientos frente a nosotros. Aún así Jerome y Sophie no dejaron de molestarse en gran parte del camino. En algún punto mientras Jerome pateaba el asiento de Sophie y ella trataba de picarlo con un palito (que quién sabe de dónde consiguió), una azafata se acercó para regañarlos así que se detuvieron.

— Me regañaron, no es justo— se quejó Jerome.
— Ojalá hubiera grabado eso— le dijo Clyde—. Fue muy divertido.
— Pero no te reíste— le dijo Jerome.
— Me reía en mi interior— dijo Clyde.
— ¿Eso es posible siquiera?— le dijo Jerome.

Entonces nos llevaron comida. Deslizamos las mesitas de los asientos y pusimos todo ahí. Yo estaba muy tranquilo comiendo cuando de repente Jerome habló.

— Esto me recuerda a tu cuento sobre el vuelo que entró a otra dimensión y desapareció— le dijo a Clyde.
— Me basé en hechos reales— dijo Clyde—. Hay varios vuelos que han desaparecido por completo y nadie sabe qué pasó con ellos.

Me levanté de golpe.

— ¡Oh por dios!, ¿Y si eso pasa en este vuelo?— dije alterado—, ¡No quiero desaparecer!
— No va a pasar, sólo es un cuento— me dijo Clyde.
— ¡Basado en hechos reales!— dije angustiado.
— Hechos reales no comprobados— dijo Jerome—. A esos vuelos pudieron pasarles muchas cosas. Tal vez se hundieron hasta el fondo del mar, o cayeron en una isla desierta, o los secuestraron...
— ¿Qué?— dijo una persona que estaba cerca—, ¿Este vuelo está secuestrado?
— ¿Secuestraron el vuelo?— dije alterado—, ¡Oh no, está pasando!
— El vuelo no está siendo secuestrado— dijo una azafata.

Entonces otras personas más escucharon eso y muy pronto había toda una crisis ahí adentro. El capitán tuvo que anunciar que el vuelo se encontraba perfectamente y que nadie había sido secuestrado.

— Recuérdame jamás volver a hablar de tus cuentos frente a Percy— le dijo Jerome a Clyde.
— Perdón por eso pero me asusté— dije.
— Termina tu comida— me dijo Clyde—. Tu postre aún sigue ahí.

Comí mi yogurt como pude. Después me dio sueño y nuevamente me quedé dormido. Me desperté porque Sophie hizo ruido.

— No, hiciste trampa— dijo ella.
— No soy un tramposo— dijo Jerome mientras sostenía unas cartas en sus manos.
— Pero yo tengo muchas cartas— se quejó ella—. No es justo.

Se estaba asomando por arriba del asiento.

— Buenos días— me dijo Sophie—, por fin despiertas.
— Me quedé dormido, lo siento— dije.
— Es mejor que duermas a que causes pánico colectivo en el vuelo— me dijo ella.
— De verdad me siento mal por eso— dije apenado.
— Olvídalo y juega cartas con nosotros— dijo Sophie.
— Sí, da igual si alguien más se une, de todas formas vamos a perder— dijo Jerome.
— Estoy en una racha ganadora impresionante— dijo Clyde.

Terminaron ese juego (efectivamente Clyde ganó) y después me uní. Yo no sabía que era malo jugando cartas pero en ese momento lo comprobé.

— Eres malísimo en esto— me dijo Jerome.
— Ahora que lo pienso— dijo Sophie—, ¿Hay algo en lo que seas medianamente bueno?
— No lo creo— dije con pena.
— Es bueno haciendo amigos— dijo Clyde.
— ¿Y se puede hacer dinero con eso?— preguntó ella.
— Si estafas a tus amigos, sí— dijo Jerome—. Podría conocer gente, volverse su amigo y después convencerlos de que se unan a un fraude piramidal.
— No quiero estafar a nadie— dije.
— Podrías crear una secta— dijo Sophie—. No es estafa si ellos voluntariamente te dan su dinero.
— No suena bien— dije.
— No te dejaría hacer eso, las sectas son peligrosas— me dijo Clyde.
— ¿Cómo lo sabes?— pregunté.
— En toda mi vida me han contactado hasta tres sectas— dijo Clyde—. Creo que es por la forma en la que me veo.
— ¿Eran sectas satánicas?— preguntó Sophie.
— No lo sé, no me uní a ellos— dijo Clyde.
— Debiste, a mí me hubiera gustado saber qué hacen ahí— dijo Jerome.
— Suena a que no es bonito— dije.
— Una sonaba muy interesante— dijo Clyde—. La usé de inspiración para uno de mis cuentos.
— Sí pero no hables de eso o Percy se va a alterar otra vez— le dijo Sophie.
— Lo de hace un rato me tomó por sorpresa— dije—. No va a volver a pasar.

Percy y el chico góticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora