Un cambio en la historia.

32. La Montaña del Misterio

El lugar al que estaban llegando era toda una locación en la base de una montaña, con atracciones reales y, según Candy y sus panfletos, había un teleférico, un museo de momias y criaturas misteriosas mitad humano y mitad araña. El tío Stan tenía un rencor especialmente grande contra esa atracción, pero no quiso decir el motivo, aunque todos sospecharon que era envidia.

Durante el trayecto Dipper tuvo la sensación de que cada uno de sus movimientos era observado atentamente... y no era el sentimiento al que estaba acostumbrado ya, sino algo para nada sutil y mucho más invasivo... eso y que las chicas no dejaron de hacerle preguntas sobre todo y nada. Conocía de pies y cabeza a su hermana, así como ella lo conocía a él, por eso mismo sabía que algo tramaba y era solo cuestión de tiempo para que tuviera éxito. Aunque no era algo que realmente le preocupara.

En cuanto el motor home hubo aparcado todos se dispersaron: Stan se fue a coquetear con una empleada, Grenda y Mabel corrieron a quién sabe dónde de forma muy sospechosa, Soos se quedó tomando una siesta, dejando solos a Dipper y Candy.

Candy era una buena chica, muy dulce y amiga de su hermana, pero no se sentía del todo cómodo estando totalmente a solas con ella.

–Hey, Dipper – le llamó la chica. –¿Por qué no nos adelantamos al museo de momias? Apuesto a que ahí terminaremos encontrando a los demás.

–Eh... Claro, por qué no.

Y al museo se dirigieron, al principio todo estaba bien, pero conforme iban avanzando Candy iba pegándose un poco más al chico sin importar que él volviera a tomar distancia. Claro que mandar a Candy por delante había sido una decisión estratégica que había tomado el grupo de chicas para estudiar el comportamiento de Dipper y tratar de extraer información, pero en ningún momento del plan se había dicho que Candy tenía que pegarse a Dipper.

Mabel y Grenda observaban a una distancia prudente toda la interacción, ahora ya se hacían una idea de por qué Candy había insistido en ser ella quien acompañara a Dipper. Ahora su atención estaba dividida entre analizar a Dipper y echar porras mentales a su amiga, era el sueño de Mabel que una de sus mejores amigas y su hermano fueran novios. Aunque quizá no era el mejor momento para estar pensando en eso.

Llegaron a la sala de exhibición principal, en el centro había una banca en la que se encontraban ambos sentados, el ambiente era incómodo, pero estaba por empeorar.

–Este lugar tiene su encanto.– Mencionó Candy.

–Es algo confuso la frase "Nuevas momias todos los días" porque... no creo que sea posible.

–Este lugar está lleno de misterios, como por qué mi cabeza cae sobre tu hombro... piuuuu

–Eh...

Candy se había acercado más y ahora recargaba su cabeza en el hombro de Dipper, él no tenía la menor idea de cómo reaccionar, definitivamente eso ya no era nada normal, Candy le estaba... ¿coqueteando? Pero jamás había hecho algo así antes, tampoco es como que Dipper le hubiera hecho algo para darle a entender que tenía esas intenciones con ella.... ¿o sí? Lo único que había cambiado es que estaba siguiendo los consejos de su tío.

Tratando de encontrar una respuesta al cambio de comportamiento de Candy, Dipper comenzó a caer en una espiral de ligero pánico, que se vio interrumpida por una voz familiar.

–¡Oh! Dipper, hola. – Una chica de cabello castaño cobrizo entró a la sala.

–¡Chica del laberinto!

–Me preguntaba cuándo llamarías...

–Dipper, ¿quién es ella?–interfirió Candy.

–Ah... E-Ella es-