DULCE

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Todavía lo recuerdo, yo era muy pequeña, todavía no sabía hablar muy bien, sabia caminar de manera torpe, pero podía hacerlo, al fin y al cabo, empuje la puerta del cuarto de mi madre todavía es muy tarde por la madrugada. Recuerdo que era muy pequeña yo, estaba vestida con mi pijama me daba un aspecto un poco tétrico, como si fuera un fantasma voy caminando torpemente con mi oso favorito abrazándolo con mi cara un poco acurrucada en su cabeza.

Me mantengo en pie frente a mi madre que está durmiendo allí, sé que está ahí en total oscuridad porque la escucho respirar, intento hablar con un gemido y luego le digo:

-Mamá… ¿mami?... mamá… el conejo de pascuas se come mi dulce… - hablo de una forma poco desarrollada, pero intentando comunicarme de la mejor manera.

Mi madre luego de cuatro o cinco llamados, entreabre los ojos, los gira, se da la vuelta y continúa durmiendo, ella trabaja mucho, estamos solas, mi padre se fue hace mucho no sabemos a dónde, está agotada por todo el trabajo, a la mañana le espera otro día de trabajo muy largo. De igual forma insisto:

-Mamá… ¿mami?... mamá… el conejo de pascuas se come mi dulce… - continuo con media carita acurrucada a mi oso de peluche.

-Vete a dormir, no es pascuas todavía. – formó esa frase como pudo con medio cerebro en el mundo de los sueños.

Me quedé contemplando la oscuridad esperando que mi madre se levantara, pero me di cuenta que esto no iba a pasar a pesar de mi edad, me doy por vencida girándome y marchándome del cuarto, cerrando como puedo la puerta de la habitación lentamente. Camino por el pasillo de manera torpe con el osito de peluche en mi mano, llego a las escaleras mirando hacia abajo mientras digo:

-Mi mamá no se va a levantar. –

En ese momento, aquel horroroso sujeto que esta disfrazado de conejo levanta su horrenda cabeza, con sus ojos desfigurados y enrojecidos, con una mirada depravada, con el pelaje del disfraz junto con su propia piel y sus dientes asquerosos llenos de sangre y carne, con la barbilla que le chorrea piel muerta y pelo, forma una sonrisa sumamente repulsiva y me dice:

-Tu también deberías irte a dormir, no tienes nada que hacer acá. –

Obedezco pero sin antes irme llorando a mi cuarto, no era para menos, allí en el suelo se encontraba despedazada mi perrita y el depravado seguía devorándola, arrancándole pedazo por pedazo con sus dientes y en un charco de sangre permanecía el collar del animalito, en cuya placa decía “DULCE”…

Terror máximo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora