Eventualmente, luego de mucho caminar y de tomar un Uber con sobre precio, llegan a un departamento en las afueras de la ciudad.
— Wow, a veces olvido que Mina está forrada en plata. — ríe Sana, divertida. A pesar de que le irrite la forma en la que lo dice, Tzuyu está de acuerdo.
El lugar es impecable. Es un poco difícil de explicar, porque no suele salir mucho de la a veces maltrecha mansión Park, pero este sitio es lujoso y todo huele a nuevo. Los pisos son de mármol blanco, y todo se ve tan... prístino, limpio. Caro. Y también es enorme, sólo la sala parece ser tres veces su propio cuarto.
Nayeon, que no se ve muy sorprendida, se dirige a la cocina y busca algo en el enorme refrigerador.
Sana, tan ocurrente, se lanza en el sofá de cuero que se ve mil veces más cómodo que su cama.
Entonces, es que la realización le pega con fuerza.
¿Qué pinta Tzuyu aquí?
Insistir en venir fue más un impulso que una idea muy meditada, si es muy honesta.
— Tzuyuu — oye la voz de la idiota acostada. — Ven acá. — palmea el cuero a un costado, indicándole que se acueste con ella.
La cazadora pone los ojos en blanco. Ni loca. Pero sí se dirige hacia allá, y en vez de tirarse a su lado, termina sentada en el borde del sillón.
Sana hace un puchero. Se remueve, y sin pedirle permiso —la muy descarada—, termina utilizando sus piernas como almohada. Tzuyu hace el intento de separarse o alejarla, pero claro, la otra hace gala de su fuerza sobrehumana y presiona sobre su muslo, impidiéndole el escape.
Como ya es costumbre con su dinámica, Tzuyu suspira y lo deja estar. No se lo dirá en voz alta, pero es... cómodo. Inclusive si es una no-muerta, es cálida, su cabello es suave y le hace cosquillas.
Pff. Esto es absurdo. ¿Cómo es que se deja mandonear por esta loca?
Nayeon llega con vaso relleno de un líquido rojo sospechoso. Esto es muy irreal. Los instintos de cazadora le gritan que está en peligro en presencia de dos chupa-sangres, o cómo mínimo, debe sentirse sumamente incómoda. Sin embargo, Tzuyu no se siente en peligro.
Peligro y miedo, del más puro y congelante, el que la invadió en presencia de la tal Mina. Le dan escalofríos con tan sólo recordar esos brillantes ojos carmesí.
— Entonces... — rompe el hielo Nayeon desde la cocina — Ustedes son... ¿pareja, o algo así? — pregunta, haciendo una mueca incómoda.
Tzuyu frunce el ceño. ¿Qué acaso está loca?
Indignada, se apresura a aclarar: — No.
— Claro que no — dice Sana, al mismo tiempo.
Nayeon toma un sorbo. — Hmm... Ya veo. Disculpen por asumir, es que... bueno, parecen... por como actúan... — se rasca la mejilla. — ¿Qué son, entonces?
Antes de que Tzuyu pueda responder, Sana se adelanta:— Dejémoslo en que yo soy la que muerde, y ella es la mordida. — ríe, guiñándole un ojo. Que estúpida. La respuesta de Tzuyu se limita a levantarse de repente, dejando que la cabeza de Sana se estrelle contra el asiento. — Auch. — se queja, la exagerada, cuando bien sabe que ni le dolió.
No va lejos. En realidad, se sienta en el borde del respaldar del sofá. La pelinaranja se acomoda en la colchoneta, cruzándose de brazos. — Bien. Cambiando un poco el tema... No es que no me encante tenerte cerca, como siempre, pero no entiendo todavía que es lo que haces aquí, Tzuyu.
Su mirada cuestionante la hace sentirse más consciente que nunca; por el rabillo del ojo nota que la tal Nayeon también la observa con curiosidad. Sana tiene razón. Tzuyu ignora el sonrojo avergonzado, y procura hacerse la loca. — Quiero respuestas. Quiero... no, necesito saber, ¿qué se supone que es Mina? ¿Qué demonios es la alianza?
Sana suelta una pequeña risa. — ¿Qué? ¿Pretendes que te revele todos los secretos vampíricos ocultos desde hace siglos? ¿Así por así? — reniega la cabeza, con una sonrisa irónica. — ¿Qué gano yo con eso?
Tzuyu se acomoda el cuello de su camiseta, sin poder evitarlo. — ¿Qué pides a cambio?
— Se me ocurren un par de cosas... — la voz de Sana suena ronca, grave. Tzuyu enrojece incluso más, rivalizando el tono de su cabello. Ambas se observan la una a la otra, con intensidad.
Mierda. Está jodida. Putisímamente jodida. Y desquiciada.
— O-Oigan. No se van a enrollar conmigo aquí, ¿cierto? — interrumpe una muy preocupada Nayeon, gracias al cielo.
Sana ladra una carcajada. — Que aguafiestas. Y yo que planeaba invitarte-
El sonido del timbre la corta en seco. Las tres se quedan de piedra.
— ¿Esperabas a alguien en específico, Nayeon? ¿Tal vez otro transformado ilegal del que yo no sepa? — le pregunta Sana.
— ¿T-Tal vez es Mina y regresó antes de tiempo?
De repente, la puerta se derrumba. Una chica de cabello castaño, baja estatura e intensos ojos rojos entra, dejándolas a todas de piedra.
— Disculpen. Es que nadie contestaba y me desesperé — anuncia la mujer, burlesca. — Mira tú mi suerte. No es una, sino que dos asquerosas impuras. Que puta barbaridad.
— Mira tú mi suerte — se incorpora Sana, a quién jamás ha visto tan tensa como ahora, ni siquiera cuando Mina la tenía ahorcada. — La perrita faldera de Taeyeon en persona. ¿Qué haces aquí? ¿Te cansaste de lamerle el culo a esa vejestoria?
La recién llegada no se ve muy feliz con la respuesta de Sana. De hecho, se ve muy enojada. Tzuyu le lanza una mirada confundida a Nayeon, y ésta prácticamente se la devuelve; al parecer, tampoco se entera qué está sucediendo.
Tzuyu siente como todos sus nervios se paralizan. Joder. ¿En qué se ha metido? Lentamente, y sin despegar la vista de la desconocida, acerca su mano hacia su tobillo, donde oculta su navaja especial. Lo qué más alterada la tiene es que la desconocida tiene algo tan familiar en ella, como si la hubiese visto antes.
Espera... no será...Al mismo tiempo, siente los pesados ojos de la chica sobre sí misma. Al igual que Tzuyu, se ve en shock.
— ¿¡Tzuyu?!
—¿¡¿Yeri?!?
Oh no. Esto tiene que ser una broma.
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❝〔 cinderella 〕❞ ; satzu
RomanceNo es difícil odiar a Minatozaki Sana, sobre todo cuando es así de insoportable. Es decir, ¿qué clase de vampira coquetea constantemente con la cazadora que la intenta matar? O, el satzu!vampire au que seguramente ya hicieron pero igual moría por...