-Tu ira es un buen catalizador, pero tienes que concentrarla, dirigirla. Si puedes, hasta combinarla con tu voluntad. Así tu Cosmos se elevará aun más-.
-¡Cállate, humano! Se lo que hago-.
Suikyo de Garuda, anterior Caballero de Plata de la Copa, Espectro del Siglo XVIII que fue revivido por Hades debido a la amenaza oculta en las sombras, se pregunto si esta era la forma en que el Dios del Inframundo tenía para castigarlo por haberle fingido lealtad.
Como le indico Hades, tuvo que ayudar a Radamantys y Triptolemos a usar su propio Cosmos, sin depender de sus armaduras. Con Triptolemos fue fácil. El Semi-Dios ya sabía despertar y usar el Cosmos por su cuenta gracias a las enseñanzas de Deméter. Solo necesitaba sobre como poder elevar el Cosmos a su punto más alto por su propia cuenta. De ahí en más fue entrenar y probar.
Radamantys era el verdadero dolor de cabeza.
El orgulloso británico se negaba a recibir ayuda o seguir indicaciones de un ex-Santo de Athena. Sin importar si era una orden de su señor, Radamantys no soportaba la idea de convivir con Suikyo, quien a sus ojos, era un falso Juez al no tener fe en su señor. Radamantys no se equivocaba, pero tampoco iba a soportar sus berrinches por su tonto orgullo, por lo que le dejo claro que tampoco le gustaba ayudar a hacer más fuerte a uno de los soldados más poderoso del ejercito del enemigo mortal de Athena, pero si lo hacía, era para el bien de todos los mundos.
También le dejo claro que, si resultaba ser un estorbo, Hades lo iba a descartar al no poder proteger a Perséfone.
Eso basto para calmar momentáneamente al feroz guerrero, quien aun se quejaba de Suikyo y de que no le gustaba seguir sus ordenes, pero al menos escuchaba cuando le enseñaba sobre el Cosmos.
No pasaron muchos días hasta que Radamantys pudiera despertar por su cuenta el Cosmos sin usar su Sapuris. Tardo una semana en poder usar el Cosmos a voluntad, y casi un mes en que pudiera elevarlo correctamente sin que estallara algo o pareciera que iba él a reventar.
Aunque Radamantys era un guerrero que sabía mantener la calma y concentrarse, también era prospecto a caer en la furia y su orgullo fácilmente, como se dejo en claro en su derrota ante Kanon, a quien no mato de inmediato cuando tuvo la oportunidad cuando este se despojo de su armadura hace años, durante la Guerra Santa.
No ayudaba a ser entrenado por uno de sus mayores enemigos, lo que provocaba que perdiera más fácilmente la paciencia. Eso era lo que había obstaculizado hasta ahora su entrenamiento.
Por un lado positivo de esto, es que Radamantys demostró ser un natural en el Cosmos. En su primer estallido de Cosmos por ira, Suikyo sintió que Radamantys ya tenía despertado el Séptimo Sentido. Algo que debió esperar, considerando que hablaba de un Juez del Inframundo. Incluso él ya había despertado el Séptimo Sentido cuando se unió al ejercito de Hades.
El griego vio como el Espectro rubio soltó aire por su boca, para seguidamente encender su Cosmos que lo cubrió como un aura violeta. Suikyo sintió que con eso, Radamantys ya llegaba al nivel de un Caballero de Plata, y su Cosmos seguía creciendo.
Unos segundos después, Radamantys dio un puñetazo contra un gran muro de roca del tamaño de 15 pisos de alto. La onda de Cosmos que salió del puño del británico perforo como una cuchilla toda la zona frontal, partiendo el muro en dos, dejando en el medio un gran espacio vacío de pura destrucción.
A Suikyo le desagradaba la idea de entrenar a los enemigos de Athena. ¿A cuantos soldados mataron a lo largo de los siglos? ¿Cuántos Caballeros murieron intentando derrotarlos? Le revolvía el estomago el solo pensarlo; pero debido a la amenaza mayor que se escondía en el horizonte, tuvo que dejar su desagrado a un lado por el bien de Athena, de los Caballeros, y de todos los mundos.
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La Leyenda de las Facciones y del Santuario
ParanormalAthena, después de siglos desde que existe, ha decidido expandirse y formar alianzas con el resto de seres, incluyendo las tres facciones. Una nueva leyenda comenzará, y Seiya alzara el vuelo con sus alas doradas para ser la flecha que muestre la lu...