𝐂𝐨𝐧𝐝𝐞𝐧𝐚

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"... Querida vida,

necesito que me des

un descanso para respirar

y después si quieres

Me sigues jodiendo..."

El juez desde su estrado me mira como si fuese el bicho más raro que haya visto en su vida.

Me observa con tedio y asco.

Mi abogado que está sentado a mi lado se restriega el puente de la nariz por debajo de las gafas.

Está cansado.

No tiene un solo argumento en mi defensa.

Su cara no es buena señal, se siente impotente.

Un largo silencio se extiende en la sala, pesado y agotador.

Estoy nervioso...

El comisario a mi lado se niega a quitarme las esposas, me trata como si fuese un asesino en serie o un delincuente peligroso.

Llevo una semana durmiendo en el calabozo de la estación de policía local.

Tengo hambre, estoy cansado y sucio.

Me duele el cuerpo como si me hubieran atropellado.

Sé que la he cagado, y esta vez, de verdad.

Después de unos eternos minutos el hombre mayor, papeles en mano se prepara y carraspea aclarándose la garganta.

—Choi Yeonjun en pie, por favor— me nombra.

Me levanté de un salto con las piernas temblando.

Intentaba mantener mi semblante altanero de "que me importa" pero por dentro estaba aterrorizado.

—Se le acusa de los siguientes delitos: Conducción temeraria, conducción bajo efectos de alcohol, conducción bajo efecto de estupefacientes, posesión de sustancias ilícitas y destrucción total de mobiliario público. Se le declara culpable de los cargos, y por ser reincidente, el Estado por el art 39 del Código Penal le condena a realizar trabajos en beneficio de la comunidad, por un total de 1560 horas, repartidas en un máximo de 8 horas diarias. El quebrantamiento de condena será castigado con pena de prisión de seis meses a un año—

—En este caso en particular, cumplirá su condena en la parroquia de la ciudad, ayudando al nuevo sacerdote en todo lo que se le demande. Deberá presentar cada 15 días un informe sellado de su asistencia y desempeño en su tarea. Comienza mañana a las 9 ¿Alguna pregunta?— interrogó mirándome por sobre sus gafas.

"Mierda" pensé.

Negué con la cabeza tragando forzadamente.

Se levantó de su lugar con la carpeta del caso en la mano y se acercó a mí.

—Señor Choi, tiene 19 años, créame que una cárcel no es un buen lugar para crecer, esta es la última oportunidad que le doy, hágalo bien, porque no quiero verlo más aquí en mi juzgado.—

Me dio una palmada en el hombro y se fue. Refregué mis muñecas doloridas cuando el oficial me quitó las esposas y agarré la bolsa con mis escasas pertenencias. Sin mirar atrás abandoné el edificio con la cabeza dando millones de vueltas.

En realidad me importaba todo una mierda, pero estaba ahí, con una condena en mi espalda y buscando la manera de deshacerme de ella.

¿Acaso a alguien le importaba si terminaba pudriéndome en la cárcel?.

𝐄𝐥 𝐩𝐞𝐜𝐚𝐝𝐨 - 𝐘𝐞𝐨𝐧𝐆𝐲𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora