𝐏𝐚𝐬𝐞𝐨

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"... Dicen que iré al infierno,

cuando no saben que vivo en él..."


La alarma del despertador sonó taladrándome la cabeza. Abrí los ojos y fui consciente que tenía una resaca de los mil demonios. Ni siquiera el cerebro se me ponía en marcha.

Me di una ducha para intentar recolocarme en mi existencia.

Busqué en mi armario la ropa más desacorde a la iglesia que encontré, no iría como una persona normal. Un café doble me despejo un poco las ideas, y con el móvil y las llaves en la mano salí de casa. Me pesaban las piernas, estaba entumecido.

Afuera se estaba bien, poco a poco se notaba lo cerca que estaba el verano.

Llegué a la iglesia y me reí por lo bajo, cuando a la luz del día vi el desastre que hicimos la noche anterior. Dentro mío, realmente sentí pena por la persona que me tendría que aguantar de ahora en adelante.

Iba a dar lo mejor de mí para hacerle su estadía aquí insoportable.

Entré por una de las puertas laterales que estaba abierta. En el suelo se veían los cristales de las ventanas que habíamos roto. Me dio gracia pensar que hacía alguien como yo allí dentro.

—Hola— dije con la voz un poco alta.

Nadie contestó.

Me adentré un poco más y vi al fondo, cerca del altar, dos personas vestidas de negro.

Un hombre mayor, canoso, que apostaba mi cabeza era el cura y a su lado otro que se veía más joven y que estaba girado.

Me acerqué a ambos, miré con asco al de más edad, ni siquiera me había presentado cuando clavé mi vista en la espalda del otro.

"Buen trasero" dije para mis adentros.

—Hola— repetí.

El más joven se giró y se paró frente a mí. Tendría unos 24 o 25 años. Yo quedé con la boca abierta sin decir nada, observando con ojos felinos los rasgos suaves del chico rubio.

—Usted debe ser el nuevo sacerdote— dije estirando mi mano al hombre mayor.

—Bueno soy sacerdote, pero no el de aquí, soy del pueblo vecino, solo vine a traer de la estación de autobús al Padre nuevo— dijo riendo.

Yo me giré, buscando al otro cura por toda la iglesia, pero no vi a nadie más y le miré confundido.

—El nuevo soy yo— dijo acercándose el chico rubio.

—Tú debes ser Choi Yeonjun, mi nuevo ayudante— dijo amable.

Hice una mueca de disgusto...

—Esa palabra no me agrada— le dije de mala gana.

—No vengo a ayudar, solo cumplo condena— solté en tono áspero.

—Perdón— se disculpó borrando su sonrisa.

—Hemos empezado con mal pie— suspiró.

—Me llamo Choi Beomgyu, el nuevo párroco de esta ciudad— afirmó haciendo una reverencia.

—Despido al Padre Seonghwa y estoy contigo, dame cinco minutos— me pidió.

—Como diga jefe, acá lo espero— dije en tono burlón.

Mientras ambos se iban a la puerta, no pude dejar de mirar el trasero y la espalda de quien a partir de ahora era mi especie de tutor.

"Dios te metió en la boca del lobo" murmuré para mis adentros mientras mi plan se retorcía un poco más en mi cabeza.

𝐄𝐥 𝐩𝐞𝐜𝐚𝐝𝐨 - 𝐘𝐞𝐨𝐧𝐆𝐲𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora