𝐄𝐥 𝐩𝐞𝐜𝐚𝐝𝐨 - 𝐘𝐞𝐨𝐧𝐆𝐲𝐮

𝐄𝐩𝐢́𝐥𝐨𝐠𝐨

"... Yo fui error

Y tú, pecado.

Nos vimos venir de lejos

Y así, con todo

Nos quisimos cometer..."

Pov Beomgyu

—Yeonjun, mañana es tu graduación, ¿no estás nervioso?— le pregunto con la cabeza apoyada en su pecho, sintiendo sus relajantes latidos mientras miramos la película.

—La verdad es que si...— contesta.

—Han pasado muchas cosas estos cuatro años— asegura riendo.

—Fue un cambio muy grande para los dos, pero al final aprendimos el uno del otro y aquí estamos a punto de que te conviertas en un reconocido bailarín— afirmo.

Su vista sigue inmersa en la pantalla del televisor, mientras que mi mirada se pierde en su esculpido rostro.

Deslizo la yema de mis dedos contorneando su afilada mandíbula.

Observo como la claridad de la televisión hace que se definan aún más sus pómulos y me es inevitable que mi mente divague en miles de recuerdos.

Flashback

4 años atrás.

Desperté desnudo entre sus brazos, su cuerpo entero abrazándome y sus ojitos cerrados durmiendo apaciblemente.

Me dolía el cuerpo y el alma.

El miedo me recorría quemándome las venas.

Mi única reacción fue huir, sin decir una palabra, sin hacer ningún ruido.

Dejarle ahí.

Escapar de todo lo que había pasado, de él.

Pondría tierra y mar de por medio, para que todo este volcán que llevaba dentro se extinguiera.

Pero cuando se trata del amor, parece que las cosas nunca salen como quieres.

Bajé del avión en territorio desconocido, a miles de kilómetros de él, sin embargo el dolor me rasguñaba en el interior de mi pecho.

El vacío se hacía presente dentro de mí y por momentos estaba seguro de que moriría de tristeza.

Una tarde, sentado sobre un acantilado mirando el mar, un anciano sacerdote se me acercó.

—Hermano, no sé que te ha pasado, pero ese dolor que llevas dentro te consumirá lentamente hasta apagarte por completo— dijo de la nada.

—¿Alguna vez tuvo dudas acerca de si debía seguir entregado a Dios?— le pregunté avergonzado.

—Si... el amor es lo único capaz de hacerte replantear tu fe— sonrió.

Me quedé petrificado ¿Cómo lo sabía? ¿Tanto se me notaba?.

—Una vez estuve a punto de renunciar al sacerdocio— sentenció disparando mi curiosidad.

—¿Me lo cuenta por favor?— inquirí interesado.

—En la iglesia en la que estaba, una familia vino a buscarme porque una mujer joven estaba muy enferma y quería confesarse, pero no podía venir hasta allí porque tenía que hacer reposo.