𝐄𝐧𝐚𝐣𝐞𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧

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"...Lo más triste de vivir en esta cárcel,

es que la puerta, está abierta..."


Con el ceño arrugado y una mirada de fastidio, cinco días después de mi arresto el juez declaró:

—Señor Choi Yeonjun, queda condenado a once meses de prisión con la posibilidad de quedar en libertad bajo fianza—

...Fianza que nadie pagó.

Por eso sigo aquí.

Abandonado como un perro en un refugio de animales.

Dejado a su suerte. Sabiendo que lo único que le espera es morir. Dos mundos tan diferentes el suyo y el mío. Su vida estaba llena de risas y momentos de orgullo. La mía solo tenía un sentido y era cuesta abajo. Jamás sería merecedor de una persona como él.

Yo no tenía nada que ofrecerle para que dejara todo y se arriesgara conmigo.

Él fue mi tentación, ahora es mi castigo.

Esto es lo único en lo que puedo pensar aquí encerrado entre estas cuatro paredes donde ni siquiera entra el sol.

Soobin ha venido a verme hoy como casi todos los días.

Está preocupado.

Solo le dejan estar del otro lado de las rejas durante quince minutos.

Lo suficiente para asegurarse de que sigo respirando.

—Yeonjun, no sé de donde sacar el dinero de la fianza, es demasiado, nadie tiene tanta cantidad— dice agobiado.

—No te preocupes, no hace falta que hagas nada— le digo para tranquilizarlo.

—Yeonjun ¿estás escuchándote?, dentro de treinta días te trasladarán a la prisión de Seúl si nadie te saca de aquí. Lo perderás todo, ¡joder!— chilla nervioso.

—¿Sabes algo de Beomgyu?— pregunto ignorando el tema.

—Hermano, estás a punto de que tu vida se vaya al carajo y te preocupas por un cura de mierda que te dejó abandonado como si nada. No lo puedo creer— suspira enojado.

Tiene miedo, puedo verlo en sus ojos.

—Le dejé una bolsa con ropa al inútil de la entrada, espero que te la den, te traje un libro también, no me dejan darte nada más, Yeonjun escúchame, busca en tu cabeza un maldito nombre o número de teléfono para que yo pueda sacarte de aquí— me exige frustrado.

—Dale saludos a Kai y olvídate ya de este asunto— digo volviendo a sentarme en mi incómoda cama.

—Eres imposible— murmura mientras se marcha por el pasillo buscando al guardia para que le abra la puerta.

Dentro de todo había tenido suerte, mi abogado alegó enajenación mental en el momento de los hechos, por lo que mi condena se redujo a la mitad. Diez meses me caerían en una de las cárceles de máxima seguridad de Seúl, irónicamente, sería trasladado a la misma prisión donde estaba Junwoo.

Tenía claro que allí entraría de pie y saldría en una bolsa.

Un nombre.

No tenía ningún nombre que darle a Soobin para que me salvaran.

Estaba literalmente solo.

Al día siguiente el cabeza dura de mi amigo volvió.

—Yeonjun, encontré una solución— dijo contento.

𝐄𝐥 𝐩𝐞𝐜𝐚𝐝𝐨 - 𝐘𝐞𝐨𝐧𝐆𝐲𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora