41. flor de loto

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Tome a Conrad entre mis brazos guiándonos hasta la habitación, entre besos y caricias nos deje caer en el colchón de sabanas blancas desordenada. Sus besos seguían marcando presencia en mi boca, llenándome de dulzura, preparándome para lo que estaba por venir.

—¿Estas seguro de que nadie va a interrumpir? —preguntó y asentí—

—Bleu llega mañana por la tarde..

—Bien..

Susurro antes de abalanzarse sobre mis labios otra vez, besos dulces y gentiles pero a su vez desesperados inundaban mi alma en un sentimiento que hasta hacía poco tiempo era desconocido para mi. Nuestras lenguas hacían una danza que habían extrañado, una danza que sabían seguir.

Debía saber tocarlo sin la necesidad de una partitura.

Sus manos subieron a mi pecho con cautela, sintiendo como mi corazón latía con fuerza contra su mano, alegre por su presencia. Se deslizaron lentamente hasta donde terminaba mi camiseta, dando inicio a lo que estábamos haciendo. Me quito la camisa, yo desabotone la suya entre suspiros nerviosos.

—Adoro como lucen esas prendas tan elegantes en ti Conrad Miller.

Repetí aquella frase que mentira no era, esas prendas lucía fenomenales en su delicado y perfecto cuerpo, deslizándose lentamente hasta caer por sus hombros, dejando despejado el sendero que moría por besar. Quería besar cada rincón de su cuerpo, dejar marcas de este momento tan especial. Era una sensación extraordinaria, singular, una sensación peculiar en todo su esplendor. Era exquisito.

Deje besos húmedos por su cuello deslizándome por sus hombros, dejándolo caer en la cama para besar con ternura cada una de sus constelaciones. Sus ojos avergonzados me miraban con deseo, manteniendo clara cada una de sus expresiones.

y yo que amaba los procesos, sin duda este se estaba volviendo uno de mis favoritos; Desnudando no sólo su cuerpo también su alma, dejando expuesto sus anhelos.

Desabotone su pantalón pidiendo permiso con la mirada. Sus finas manos se deslizaron con delicadeza, sin perder la elegancia en sus roces hasta la comisura de mi pantalón, acercando mis caderas a su cuerpo para unirnos nuevamente en un beso. Aquellos besos que me enloquecian, perdería la cabeza aquí y ahora con su presencia, con su exquisita fragancia de desconocida esencia.

La ropa comenzaba a estorbar, no quería apresurar nada, teníamos todo el tiempo del mundo para amarnos, pero el también sentía la necesidad de tenerme desnudo junto a él. Sus manos sin permiso y sin previo aviso desabotonaron mi pantalón, dando a entender que quería que me lo quitara, y obviamente el no se quedaría atrás. Quite su pantalón de telas delicadas, y era una pena, por que enserió amaba esas prendas vestidas en el.

Quedando en bóxer lo senté en mi regazo, volviendo a su boca, por que jamás podría cansarme de besar esos labios. Podría recorrer su cuerpo entero con mis caricias, y eso es lo que haría, sin cansarme. Su mirada perdida en mis ojos suplicaban más cercanía, y quién era yo para no obedecer a sus suplicas. El era perfecto, yo obedecería sin rechistar.

Nuestra ropa interior dejaba ver un vulto entre nuestras piernas. Conrad bajo su mano para quitarlo, pero negué. Lo tome firmemente de la cintura dejando besos por su abdomen, mordiendo y disfrutando con mi lengua sus pezones. Su espalda se arqueo suplicando por más, mi brazo se enredo por debajo de su cintura para mantenerlo ahí, no había escapatoria.

Como si uno de los dos quisiera escaparse de esta situación..

Bese su cuello, marque mis besos en sus constelaciones. Baje lentamente hasta su bóxer bajo su mirada atenta a mis roces, pidiendo permiso con la mirada y este accedió dejando caer hacia atrás su cabeza.

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