Capítulo 7

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(Parte 2)

- ¿Estás consciente de las cosas, Quackity? Nada de esto estaría sucediendo si no fueras tan...

- ¡CÁLLATE! ¡NO SABES NADA!

Estaba alterado, sentía que en cualquier momento se iba a desmayar. Lágrimas amenazaban con salir de sus ojos y su respiración estaba agitada. El hombre frente a él simplemente estaba tranquilo, sabiendo que, en parte, tenía razón.

- Sé lo suficiente, Quackity. Y tú sabes eso.

- Lo único que sé es que eres un pinche viejo traicionero.

- No te confundas, Quackity. Fui yo quien te concedió el deseo y te trajo aquí, pero no estoy de tu lado...

- Eres un cabron, Merlon -y eso fue todo lo que pudo decir, antes de sentir un dolor punzante en el estomago y caer desmayado.

Abrió los ojos lentamente, encontrándose con el rostro preocupado de Rubius, quien lo sostenía en brazos. Se tardó unos segundos en lo que su vista se acostumbraba a la poca iluminación que había, notando que estaban en un túnel, hasta que trató de moverse, pero el dolor en su vientre se volvió a hacer presente. Esto llamó la atención del oso, quien detuvo su caminar y le miró, sonriendo de alivio.

- Pato, ¿cómo te sientes? ¿Estás bien?

- Siento como si me hubiese caído una casa encima...

- Ps' casi casi... -habló Cochi, ganándose una mala mirada por parte de Beni y un pellizco por parte de su novio, haciéndolo callar de inmediato.

Quackity hizo un intento por reír, hasta que recordó lo sucedido.

- ¡¿Dónde está Missa?! ¡¿Qué pasó con Luzu?! -estaba angustiado, pero el dolor le hizo volver a mantenerse quieto.

Rubius le advirtió que no se moviera tanto por Roier, y de ahí en fuera, ninguno de los presentes se atrevió a responder sus cuestionamientos, lo que le causó una sensación de desesperación al pato mayor, hasta que una persona desconocida para él se acercó. En sus manos traía la mascara que Missa solía usar, la cual le entregó. La cara del revolucionario palideció, temiendo lo peor. Nadie dijo nada más, hasta que llegaron a un pequeño lugar, el cual fue reconocido inmediatamente por Quackity.

- El escondite de mi casa...

- Ven, acuéstate aquí y no hagas esfuerzos -depositó al hibrido en una cama, sentándose también a los pies de esta. Todos seguían en silencio.

Finalmente, el hielo fue roto por los sollozos del líder revolucionario, llamando la atención de todos en el lugar, quienes aún así no se atrevían a dirigirle la mirada. A excepción de Rubius, quién lo abrazó suavemente, con el corazón roto al haber presenciado aquella escena única, pues  ver llorar a Quackity no era algo de lo que creyó ser espectador alguna vez. Nadie, de hecho. Verlo y escucharlo así era desesperante, traumático hasta cierto punto. Tal vez es exagerado, pero alguien como Quackity nunca muestra lágrima alguna, es una verdadera sorpresa para todos.

— Luzu se llevó a Missa, Pato...

Tal y como lo sospechó, pero aún así, mil dudas inundaban su mente. Su único recuerdo no borroso era ese. "Missa" entrando a la cabaña, Luzu llamándolo Fuego y él...

Entonces todo hizo clic.

(...)

— Me alegra que al menos sepas que todo esto va a tener consecuencias muy duras, Fuego.

Estaba con la cabeza baja, no sé atrevía a mirarlo a los ojos. Tenía miedo, se sentía fuertemente juzgado por su familia, después de todo, era un traidor, un asqueroso traidor, de esos que su padre odia con el alma. Se sentía absolutamente mal.

La Flor que Nació en Guerra - (AU) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora