Capítulo 11

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(Parte 1)

El disparo aturdió a todos, pero rápidamente Quackity fue cubierto por Rubius y Fuego mientras Cochi se ponía alerta y Beni corría hacia la cabaña con Spreen en brazos y Alexby tomando de la mano a la niña. Todo había quedado en silencio y en un "alivio" por no ver a nadie herido. Esto se disipó rápidamente y el terror volvió al ambiente al ver a Luzu y su grupo de secuaces salir de entre los árboles, todos armados y apuntando.

— Buenas noches, Quackity.

— Luzu...

— Ese es mi nombre, patito. No lo gastes.

La tensión se hacía cada vez más presente, nadie decía nada, pero Luzu ya tenía tanto que soltar y era ahora o nunca. Quackity se ponía cada vez más nervioso y hacía lo posible por ocultar su estómago, mientras se mantenía detrás de ambos chicos. Esto llamó la atención de Luzu, que hasta ahora no había notado la presencia de Fuego, a lo que solo sonrió.

— Incluso mi hijo está con ustedes, bola de salvajes...

— NO TE ATREVAS A LLAMARLOS DE ESA FORMA, PUTO PENDEJO —gritó Quackity con enojo, siendo detenido por Rubius para evitar que se acercara.

— Acabas de probar mi punto.

Quackity no dijo nada más, solo dio un paso atrás. Luzu, sin embargo, ya no estaba dispuesto a perder su tiempo en charlas. Caminó a paso lento hacía el hibrido, a lo que rápidamente todos ahí se pusieron a la defensiva, incluyendo a los secuaces.

Sin embargo, al ser superados en número y verse vulnerables por la presencia de algunos niños, Beni y Alexby terminaron siendo tomados como rehenes por 2 guardias, mientras tranquilizaban a Rubius diciéndole que Spreen estaba adentro junto a Tina, escondidos. A Luzu no podía importarle menos, pero debía asegurarse de que el osezno estuviera a salvo para poder entregárselo a Vegetta. Quien, por cierto, ya estaba tardando.

— ¿Y ahora qué, Luzu? ¿Me vas a matar? —volvió a hablar, ahora un poco menos enojado.

— Oh no, no. Por supuesto que no —rió mientras se acercaba un poco más—. Eso sería un castigo muy leve para los pecados que has cometido contra el pueblo.

— Como si tú fueras un pinche santo...

— Tienes razón, no lo soy, pero he hecho todo para pararte a ti —le miró con asco, cosa que no pasaba para nada desapercibida por todos—. Y, de hecho, ¡nadie aquí es un santo! ¿No es así, Cochi?

Las miradas fueron a parar al mencionado, quien solo se mantuvo confundido. Sin embargo, pronto su expresión a una de miedo y enojo.

— Estás bien pendejo, yo no hice nada, de seguro es una trampa de tus secuacitos... —se defendió, mirando de reojo al grupo de los mencionados, esperando encontrar a alguien familiar, cosa que no ocurrió.

— Eso dices... —una voz se escuchó en lo alto, haciendo que todos voltearan a ver hacia un árbol, encontrando la silueta de un hombre. Rubius tragó saliva.

— Finalmente llegas... Justo a tiempo —Quackity miró a Luzu y luego al recién llegado, entendiendo a medias lo que ocurría. Sintió una presión en el pecho, sobre todo por el hibrido de oso y la expresión que ahora tenía.

— Me retrasé por algunas cuestiones, pero por fin estoy aquí, tan solo por mi hijo y por ese favor.

Nadie entendía que pasaba, pero si algo era seguro, es que debían pensar rápidamente en que hacer para librarse de todo. Antes de que ocurriera una tragedia de la que absolutamente todos se podrían arrepentir. Aunque por ahora Luzu y Vegetta tenían otros planes, que los demás no sabían.

La Flor que Nació en Guerra - (AU) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora