Corría esquivando árboles buscando su hogar. Le era difícil ver, la niebla cubría cada vez más el lugar y la lluvia caía sobre su desordenado cabello. La noche llegaba lentamente. En sus brazos traía a una mujer, cuyo expresión en su rostro permanecía neutra, estaba desmayada.
Por poco tropezó con una rama, pero se aseguró de estabilizarse bien y nuevamente continuó su camino. A lo lejos se escuchaba una multitud de personas y algunos disparos que se perdían en el ambiente. Poco a poco el cansancio lo dominaba, hasta que finalmente no pudo más y cayó con la mujer en brazos, desmayandose también, manchando de rojo el césped con la sangre que salía de su herida de bala recibida momentos atrás.
La gente llegó hasta donde estaban ellos, y un par de hombres los cargaron a ambos, llevándolos hacía la alcaldía, dónde su líder ya los esperaba.
Una vez ahí, se aseguraron de despertarlos, y en cuanto abrieron los ojos, se aterraron al ver al grupo de personas cubriendo sus rostros. Rogaron a gritos que no les pasara nada, sin embargo, el grupo de hombres los ignoraban. Se escucharon dos disparos y después todo fue silencio, en seguida, el líder hizo acto de presencia, mirando todo con tranquilidad y acercándose a los cuerpos.
- Y esto es lo que va a pasar cuando tenga a ese idiota en mis manos. Esto le pasa a los traidores.
En seguida, les prendió fuego, dejándolos justo frente a la alcaldía y caminando en dirección contraria mientras su grupo de personas se dispersaba por el bosque.
- Es peligroso que hagas estos actos, Quackity. En cualquier momento puede aparecer uno de los secuaces e intentar detenerte, podrían haber consecuencias muy trágicas -advirtió con voz tranquila, mientras recargaba su arma.
- El pueblo depende de los secuaces, al parecer. Porque su alcalde no es capaz de mover un dedo para cuidarlo -y antes de que Luzu disparara, se alzó en vuelo, perdiéndose entre la oscuridad de la noche.
Al llegar a su refugio, se adentró en la casa, acostándose con cuidado en la cama. Con su estómago, ahora de 5 meses, sus habilidades se limitaban cada vez más, cómo lo era volar por mucho tiempo. Soltó un leve quejido que llamó la atención de sus primos, quiénes se levantaron a verlo.
- ¡No me digas que se te rompió el vaso! -habló Cochi, ocasionando las risas de su hermano y primo.
- No, baboso, solo tiene algo de dolor.
- Y se dice fuente, animal, no vaso.
- Aaah, me confundí.
Quackity rodó los ojos y se levantó de la cama, quitandose el saco que traía, mostrando su estómago, al que acarició con cariño mientras sonreía. Aunque le dolía en el alma admitirlo, Luzu tenía razón, a estas alturas ya era peligroso que él mismo llevara a cabo atentados de esa magnitud. Pero no podían culparlo, estar todo el día encerrado o en cama no era lo suyo.
Poco a poco fue cerrando los ojos, dejando que el cansancio lo dominara y cayendo dormido. Mientras tanto, sus primos lo arroparon bien y se aseguraron de que estuviera cómodo, para después irse a dormir también.
(...)
Los secuaces de Luzu de encargaban de limpiar el desorden que anteriormente el revolucionario había causado, observando sin expresión alguna se encontraba el alcalde, aunque si sentía repulsión por el escenario. Estaba molesto además, muy en el fondo triste por los extremos a los que habían llegado. Sin pensarlo más volvió a su hogar, junto a sus hijos. Siempre les contaba todo lo que pasaba, y ellos le tenían cierto odio (al parecer miedo también) a Quackity, menos uno, Fuego.
El pequeño le había tomado cariño desde que tenía conciencia. Siendo él su "madre" le tenía respeto, incluso después de todo lo que su padre le contaba. Y aunque no habían pasado mucho tiempo juntos, le quería. Su padre no sabía de eso, y no pensaba decirlo, temía hacerlo enojar. Así como no pensaba contarle que quería escaparse para ir con él. Jamás decía nada, solo escuchaba.
ESTÁS LEYENDO
La Flor que Nació en Guerra - (AU) #1
Fiksi PenggemarQuackity y Luzu eran un noviazgo como de cuento, perfecto. Pero nada es perfecto. La alcaldía de Karmaland era el blanco especial de Quackity luego de la tragica perdida del hijo que los dioses le concedieron. Pero no sabía que también era el blanco...