Capítulo 3

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Pasaron unas cuantas semanas luego del atentado y demás sucesos, habían atacado un par de veces lugares donde grupos de secuaces del alcalde estaban cuidando, obteniendo respuestas inmediatas y algunos hombres cayendo en prisión. Por supuesto esto dejó de molestarlos pues tenían fe ciega en que su líder derrocaría a Luzu y ellos tendrían libertad.

De cualquier modo, esto no representaba disminución en la gente de Quackity, pues de todos lados siempre llegaban más personas a unirse.

— ¿Qué tal estás, pato?

— Creo que bien, al menos ya no me siento tan de la verga como en los primeros dos meses —acarició su estómago con cariño, pero recordando lo que pasó en esos dos primeros meses, todo un caos. Pero el solo hecho de sentir su estómago le hacía pensar que todo valía la pena—. ¿Cómo está Spreen?

— Ah, Spreen, ha estado muy inquieto. O al menos eso es lo que dice Vegetta, creo que aún no se acostumbra a estar lejos de mí.

— ¿Con Vegetta? Creí que no te había buscado luego de que le dieras la noticia.

— Bueno, no lo hizo de inmediato, pero supongo que tenía que acabar de comprender.

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En cuanto abrió los ojos se sintió desorientado, le costó trabajo levantarse pero lo consiguió y solo se sentó en la orilla de la cama. Sintió un fuerte dolor en la cabeza, así que soltó un quejido que llamó la atención del hombre que estaba de espaldas.

— ¿Vegetta? Al fin despiertas, ¿cómo te sientes? —se acercó a él, ofreciéndole una taza de té.

— Me duele la cabeza —se acarició en aquella zona, descubriendo una venda—. ¿Qué pasó?

— No lo sé, eso debería preguntártelo a ti —tomó asiento delante suyo, esperando una respuesta contraria que no llegó, por lo que continuó hablando—. Ayer venía a darte una visita, casi al tocar Rubius abrió la puerta y me llevó hasta ti, estabas tirado en el suelo con una leve herida en la cabeza.

— ¿Rubius? ¿Él me hizo esto?

— No estoy seguro de que haya sido él. De hecho se veía preocupado por ti, y además...

Se calló de repente, no sabía si debía continuar su oración, pero de todos modos tendría que saberlo.

— ¿Además? Vamos Luzu, no te quedes callado.

— Rubius tenía un pequeño osezno en brazos. No sé si te lo dijo o algo, pero parece ser hijo tuyo y de él.

Vegetta nuevamente sintió como si se fuera a desmayar, pero afortunadamente no pasó, aunque casi de ahoga con el té, así que Luzu le dio unas palmadas en la espalda.

— ¡Un hijo! Mío y de Doblas para colmo. Que bien escondido se tenía ese detalle.

— ¿No estás contento?

— Lo estoy, si, pero aún así es impactante la noticia —se terminó la taza y la dejó a un lado—. Siendo su padre tendré que ir a verlo, pero estoy indeciso, no acabo de asimilar la noticia.

Todo a su tiempo, Vegetta. No creo que Rubius se moleste si te tomas tu tiempo para comprender y después ir por él.

— Solo serán unos dos días, no creo que sea tan difícil.

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— En realidad se tardó 1 semana en asimilarlo y ni hablar de cómo fue su primer interacción —rio después de contarle lo que pasó.

La Flor que Nació en Guerra - (AU) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora