Capítulo 14

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Tan solo había pasado 1 mes desde el nacimiento de Roier, pero debido a sus genes híbridos, crecía con mayor rapidez. Ahora parecía que habían pasado meses en lugar de solo uno. Esto, lejos de ser un problema, era un alivio para Quackity. Pero también despertaba la envidia de Rubius, cuyo hijo tardaría más en crecer.

Y hablando de los niños, desde el día en el que se conocieron, nunca más se separaron. Es decir, claro que había cosas en las que no podían estar juntos siempre, pero la mayoría de tiempo estaban conviviendo en la cuna que Damián había construido para Roier, la cual ahora usaban ambos pequeños, pues dormían juntos, ya que, si no lo hacían, lloraban.

Jugaban juntos con Tina, comían sentados uno al lado del otro, pasaban el rato juntos. Esto claro que hacía sentir celosos a los padres, pero se les quitaba cuando veían lo felices que eran ambos pequeños. Sin duda los días habían sido bastante agradables. Sin embargo, como era su costumbre, Quackity no paraba de seguir de cerca su revolución.

— Tengo algunas ideas de lo que podríamos hacer...

— Se me ocurre una muy brillante, Quackity —habló a lo que el mencionado le dio una mirada curiosa—. Detener esto e irnos a vivir a México o donde quieras.

La mirada de curiosidad pasó a ser una de molestia, apartándola y volviendo a las hojas en sus manos. Rubius suspiró e hizo lo mismo.

— No se me ocurre nada, que pinche estrés, cabrón...

— ¿Qué tal si construyes un nuevo lugar? —sugirió casi de la nada, a lo que Quackity lo miró con una expresión rara—. ¿No te parece? Un lugar solo para ti y tu gente, como... Una nación.

La palabra le hizo tener una especie de shock, pues rememoró algunas cosas.

Un lugar, muchas personas, una bandera, explosiones, elecciones, un desierto, un chico de lentes, casinos, fichas, un lugar algo, alguien verde, más personas, una caída... Todo era borroso, menos una cosa.

Las Nev...

— ¡No! —gritó de la nada, tapándose la boca inmediatamente con vergüenza, para después taparse el rostro con ambas manos.

— Está bien, está bien, no tiene que ser así —le dio palmaditas y luego lo abrazó.

No hubo más conversación luego de eso, solo ellos dos abrazados mientras disfrutaban del silencio y su compañía. El corazón de Rubius latía con rapidez, mientras que el de Quackity estaba tranquilo. Sin duda, ambos se sentían cómodos con el contrario, especialmente el revolucionario, que tenía sentimientos especiales por el oso, pero nunca lo diría.

Así estuvieron otro rato más, hasta que el gruñido por parte de Spreen llamó su atención, a lo que Rubius se levantó rápidamente, para segundos después regresar por Quackity y cargarlo hasta donde estaban los niños.

— Óyeme cabrón, ya puedo tratar de cam-...

— ¡Pa-pá!

Quedó helado.

Rubius le bajó y, aunque tambaleándose un poco, Alex se acercó a la cuna, tomando en brazos al pequeño de manera casi automática. El bebé sonrió al ver a su padre y volvió a repetir las mismas silabas de antes, causando que el revolucionario volteara a ver con sorpresa a ambos osos.

El castaño lo veía con una enorme sonrisa mientras Spreen agitaba sus brazos en dirección a Roier, Quackity seguía inmóvil en su lugar tratando de procesar lo que acababa de escuchar. Mientras el bebé miraba entre risas a su padre.

— ¿Quackity?

El mencionado entonces reaccionó y sus alas comenzaron a aletear mientras sus ojos brillaban con la emoción de ser llamado "papá" por primera vez. Lo levantó más mientras le hacía el tiriringui, el cual era respondido con risas por parte del bebé.

La Flor que Nació en Guerra - (AU) #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora