Capitulo 22.

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*Andrea*

Me duele todo el cuerpo, especialmente la cadera, llevo rato intentando abrir mis ojos, pero no he podido siquiera moverme un centímetro. He oído unas cuantas voces y por lo que sé es muy tarde en la noche, esta situación de no poder ver ya me está agobiando, vuelvo a intentar abrir los ojos y lo consigo con algo de esfuerzo, parpadeo varias veces intentando acostumbrarme a la luz de la habitación, miro a mi alrededor y efectivamente allí esta él. Su cabeza descansa justo al lado de mi mano derecha mientras que está sentado totalmente encorvado en una silla bastante incómoda – lo sé porque me he sentado allí antes – esta dormido; su respiración es pausada y constante, parece relajado, me permito un momento para analizarle.

Alcanzo a ver que se ha cambiado de ropa desde que salí de casa; ahora lleva un jean oscuro con una sudadera roja y conversé del mismo color. Su cuerpo esta relajado, no como esta mañana que parecía realmente tenso. Mi mirada sube a su rostro sus ojos están cerrados, con ojeras debajo de ellos, el recuerdo de los miles de veces en las que esos ojos negros gigantes y profundos me han dicho todo lo que las palabras no alcanzan a describir viene a mí, todo el dolor que reflejaron hace dos años cuando me engaño con Thalía- si ella es la culpable de varios de mis problemas – pero sobre todo la ternura que me demuestra ahora, esa sinceridad en su mirada, 

Estoy considerando despertar a mi querido engreído para verle sus ojos. Bajo la mirada y su nariz puntiaguda me saluda, bajo la vista un poco y sus labios carnosos y rosados estas entre abiertos, no puedo evitar recordar su sabor y la forma en la que encajan a la perfección sobre los míos. Su cabello castaño y ondulado, sus mejillas, sus pestañas largas y sus cejas ligeramente pobladas, sus pecas, acaricie su mejilla casi por instinto y él soltó un gruñido leve. Luego levanto la mirada y parpadeo varias veces, al verme se puso de pie de golpe y se inclinó para besarme como si hubiese retenido las ganas por demasiado tiempo.

-Lo prometo – susurró Manuel y yo quede aturdida.

- ¿Eh? – fruncí un poco el ceño, luego recordé mi carta y lo entendí todo.

-Yo soy tuyo, pero solo sí tu eres mía.

-Y yo soy tuya solo sí prometes no mentirme.

-Lo prometo Andy.

-Entonces no se diga más.

- ¿tengo toda libertad de decirte ''mi Andy''? preguntó casi en broma.

-La tienes mi Manuel – sonreí.

Me besó nuevamente y soltó un gruñido, murmuró ''Mia'' sobre mis labios y lo repitió varias veces entre besos como si le gustara mucho la palabra y la estuviera atesorando.

- Debo confesarte algo. - susurró y sonrió de lado maliciosamente.

- ¿Qué has hecho? – sus ojos brillaban con diversión.

-Puede que me haya enterado de que cierta señorita cuyos labios acabo de besar dijera mi nombre varias veces antes de dormirse – enrojecí de la vergüenza, ¿De veras había hecho eso? Manuel parecía que iba a morir de la risa ante mi reacción – Tranquila yo también he hecho algo que me apena confesarte – 

- Cuenta a ver, dime.

-Puede que le haya dicho a la enfermera que eres mi novia – soltó de golpe y lo mire furiosa – pero calma- dijo al instante en el que lo fulmine con la mirada- estoy aquí para arreglarlo.

- ¿Ah sí? ¿Y como piensas hacerlo?

-Pues primero que todo hum... - se inclinó hacia mi y me dio un beso dulce en los labios – te doy un beso y luego hum... - volvió a besarme – te pregunto... - otro beso – Andrea pacifica Múnich Echeverry ¿quieres ser mi novia? – la pregunta me tomo por sorpresa, pero no me lo pensé dos veces antes de responder

-No se - le dije medio divertida, me dolía hasta reírme.

-¿Cómo que no lo sabes? - me miro como si lo hubiera apuñalado o algo.

-Claro que quiero - susurré.

-Menos mal. 

Luego de un rato salió a llamar al médico a decirle que había despertado porque al parecer se le había olvidado. Revisaron el montón de aparatos que tenía a mi alrededor y retiraron unos cuantos llevándoselos a no se donde. Mamá entro a ver como estaba, llevaba ojeras bajo sus ojos y se veía cansada, Manuel le ofreció quedarse conmigo para que descansara. Mamá me miro dudosa y yo asentí. Tendría que actualizarla de muchas cosas. Se despidió de mi con un beso en mi cabeza y le agradeció a Manuel por andar de caballero y quedarse a dormir en el incomodo sillón al lado de mi cama. Era casi media noche y estaba muy cansada. Me acurruque con cuidado de no enredar los cables que tenía en mi mano.

Manuel se acercó a mi y se metió a mi lado en la cama.

-¿Qué haces? 

-Dormir con mi novia.

-Esta cama es solo para enfermos - debatí.

-Y yo soy uno, uno muy enfermo de amor por ti. -

-Jajaja, para esa enfermedad hay que dormir en el sillón - dije para hacerlo enfadar un poquito.

-Duérmete Múnich.

-Ujum... Te amo - susurré aguantándome la risa.

-Y yo a ti, Andy.

Dormí sintiendo su respiración en mi cuello y su brazo en mi cintura, teniendo cuidado conmigo.

Dormí sintiendo su respiración en mi cuello y su brazo en mi cintura, teniendo cuidado conmigo

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