Capitulo 24.

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*Manuel*

Sali de la habitación, respiré profundamente.

Realmente dolía que Andrea pensara que todos la queríamos cuando se hacía daño, si supiera que daría mi vida entera por que ella sonriera siempre, estaría dispuesto a dejarla ir solo por observarla reír, por suerte no era así y me sentía orgulloso de ser una de las razones por las que sonreía. No sabría si le gustaría mi regalo, pero había que intentarlo.

Su padre, el señor Múnich pasó de repente por mi lado, le detuve y le saludé.

- ¿Cómo está señor?

- Muy bien Manuel, te ves gigante hijo – me froté la cabeza y sonreí.

- ¿Viene a ver a Andrea?

- De hecho, no, mi esposa se encarga de ella, yo voy a ver a Josh que es el que más necesita compañía ahora, ya casi le dan de alta.

- Andrea lleva esperando su visita señor, ha estado un poco mal.

- Tonterías, no aguanta nada esa pequeña caprichosa, cuando Josh salga de aquí ella también lo hará. No pagaré más dinero por sus niñerías.

- Entiendo, yo... hasta luego señor Múnich.

- Adiós Manuel.

Me relajé lentamente, no me había dado de cuenta cuando mis músculos se tensaron, de todas formas era mejor así, sino le hubiera partido la cara en ese mismo pasillo, Andrea era tan hija de él como Josh, y si no fuera por ella, por su bondad Josh aún no tendría donante; ella colocó la vida de su hermano por encima de la suya propia para que su padre no se dignara ni a saber como estaba.

Camine a donde supuestamente había dejado mi regalo y el que Cindy había ido a buscar. La encontré peleando con la recepcionista, al principio entendí que era por que al ser enfermera no le dejaban tocar las cosas de los visitantes – entre ellas el regalo de Andrea – pero luego la recepcionista, alta, delgada y muy elegante, se metió con el físico de Cindy, una enfermera joven, bajita y gordita, sinceramente y sin ofender a mi flaca favorita – ósea Andrea – por todos los aspectos posibles Cindy me parecía mas atractiva que ese fideo engreído de casi metro noventa. Pero cuando le sacó el tema de que su físico no era muy agradable a la vista, Cindy que hasta ahora se había mantenido firme pareció titubear y fue mi oportunidad para intervenir en el asunto.

- Eh... disculpa yo soy el dueño de lo que Cindy ha venido a buscar.

- Ah – la recepcionista me miro de una forma que se suponía debía ser coqueta y me entregó el paquete ante la mirada incrédula y un poco perdida de Cindy, cuando lo hizo rozó ''accidentalmente'' mi mano y me sonrío pestañando varias veces, ahogue una arcada y le pedí a Cindy que fuera conmigo, esta sonrío y me siguió, unos metros después me detuve, di la vuelta y me le plante a la odiosa enfermera, carraspee un par de veces y la miré con una sonrisa de medio lado medio juguetón, ella volteo a verme y sonrío mostrando sus Brackets amarillos, ¿Quién en su sano juicio usa Brackets amarillo pollo? Sin ofender, pero un color así lo único que hace es hacer ver los dientes más sucios, y para remate a la muy fitness se le había quedado una hoja de espinaca entre los dientes. Trate de ignorarlo y la mire ladinamente.

- Disculpa linda – Cindy abrió los ojos como platos - ¿Cuál es tu nombre?

- Yo... em soy Cristal ¿y tú? – torcí el gesto y me puse serio, de frágil no tenía nada.

- Mi nombre no te interesa – dije indiferente – lo que si te interesa es no volverte a meter con Cindy en tu vida, su aspecto físico a ti te importa lo mismo que a mi me importan tus insinuaciones, ósea y para que te quede más claro; nada – remarque cada letra – Cindy es muy amiga mía, si me entero que estas molestándola otra vez prometo que no seré tan amable querida, ahora si me permites Cristal, nos vemos nunca.

Caminé de regreso a la habitación de Andy y entre con mi regalo en manos dejándolo en una mesa en frente de la cama.

Andrea estaba dormida profundamente.

Me acerqué a ella y me senté a un lado de su cama, extendí mi mano para acariciar su rostro, era divina cuando dormía, me incline un poco más para besar su frente y pareció que sonreía pero cuando iba a separarme me agarró de los hombros y en un movimiento ya la tenía encima mío con una sonrisa victoriosa, me quede quieto y totalmente sorprendido y ella comenzó a hacerme cosquillas sin éxito alguno.

- ¿No tienes cosquillas? - preguntó.

- Hasta ahora solo se que las hay en una sola parte y siempre me saca una sonrisa.

- ¿eh? – ladeó la cabeza.

- Puedes intentarlo, de pronto des con el lugar exacto.

- Ummm probemos, ¿en el estómago? – probó y nada - ¿el cuello? Ummm tampoco, las axilas – levante mis brazos para colocarlos debajo de mi cabeza y ella probó – tampoco – dijo casi rendida, luego se inclinó colocando las manos en mi pecho y se acercó a mi oído.

- ¿Qué haces? – pregunté tragando saliva.

- Si no puedo encontrarte las cosquillas con mis manos lo haré con mi boca.

- ¿Eh?

- Solo... siente – susurró.

Y besó el lóbulo de mi oreja consciente de lo que provocaba en mi interior, bajó dejando pequeños besos húmedos por todo mi cuello; mis manos empezaron a sudar y las lleve instintivamente a la cadera de Andrea, la sujete y al instante ella susurro regresando a mi oído.

- Puedo sentir tu pulso acelerado debajo de mi mano Manuel – sonrío de lado contra mi piel y siguió explorando. Su aliento caliente chocaba contra mi piel enviando corrientes eléctricas por todo mi cuerpo, ella sabía lo que hacía, de eso estoy seguro.

Paso sus manos por debajo de mi camisa rozando con sus cálidas manos la piel de mi torso, y justo cuando creía que tendría todo el poder sobre mí, aprete mi agarre en su cadera y de un salto me puse de pie haciéndola chocar con la puerta del baño, coloqué una mano exactamente en el punto en su cadera donde semanas atrás habían hecho la cirugía evitando que se golpeara y le causara dolor.

- A mí me gusta cómo te ves ahora mismo. - le dije sonriendo.

- ¿Ah sí? ¿Cómo exactamente me veo? - preguntó intentando que no se notara que estaba enojada por haberla acorralado.

- Tu pecho sube y baja a una velocidad preocupante y aunque creías que tenias el control cuando puse mis manos en tu cadera te estremeciste, y te prometo que lo note y lo disfrute - susurré cerca de su cara. Me divertía la idea de torturarla.

 Me divertía la idea de torturarla

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MariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora