Entre el impacto de la novedad y lo que siguió después mediaron unos meses, suficientes para que el verano terminara de consolidarse en idénticas tardes de tedio y bochorno insoportable, mientras el olvido operaba en nosotros lenta pero inevitablemente, nos situaba en un estado de ánimo parecido al que se siente después del fin de semana, en vísperas de lunes, y necesario para que cualquier noticia de las chicas de Scandal volviera a interesarnos mínimamente. Mientras tanto, entré en varias ocasiones al estudio, unas veces solo y otras acompañado, y siempre salía feliz de tener por lo menos una demo grabada para al final del día; otras veces fui con Samuel al hospital y me entretenía releyendo sus viejos manuales de psiquiatría mientras él en las habitaciones contiguas se las veía con ancianos esquizofrénicos o adolescentes histéricas. Muy pocas veces me quedaba en casa, no sé por qué, pero en ese tiempo tenía la siniestra seguridad de algo me pasaría si me quedaba solo, entonces hacía todo lo posible para procurarme la compañía de alguien.
Quien no se olvidó del asunto fue Javier. Siguió mencionándolo cada vez que tenía la oportunidad, en cuanto a mí, pronto aprendí a ignorarlo, fingiendo darle la razón de vez en cuando con un par de palabras rutinarias, insinceras y condescendientes.
Me propuso la idea un día que salimos a tomar algo, él y yo. Era una noche de calor y promesa de lluvia, pero sólo por la madrugada, entramos para refugiarnos del sofocante aliento tibio que se respiraba afuera y refrescarnos con algo, recuerdo que desde afuera el cartel neón prometía la cerveza más fría de la ciudad, eso bastó para convencernos a entrar y hacernos con dos taburetes al fondo del local, cerca de una ventana semiabierta, detrás de una mesa circular donde un grupo de universitarios gastaban y se reían de idioteces. Hasta nuestra mesa llegaba el olor del sudor de los muchachos y el penetrante aroma dulzón de los perfumes de imitación de las muchachas.
Las primeras cervezas nos las bebimos en silencio, a veces intercambiando impresiones sobre el lugar y los parroquianos, casi todas negativas, devenidas impaciencia y desprecio. Era, a fin de cuentas, un típico club para jóvenes y apostaría que nosotros éramos los pocos, si no es que los únicos, clientes mayores de treinta años esa noche; los universitarios de la mesa redonda abrieron la ventana del todo, de golpe una bocanada de aire húmedo nos cayó a todos encima como una pesada manta. Una espantosa música electrónica reventaba los parlantes, por lo que me era difícil saber qué me estaba diciendo Javier, más de una vez habré contestado al azar.
—Sabes —me dijo al oído, su voz ronca por estarnos hablando a los gritos desde hace rato—, se me ocurre que podemos invitar a las chicas de Scandal a que vengan acá —y ante mi cara de fingido olvido agregó—: tú sabes, las japonesas.
—Ah, ellas —dije distraído. Traté de recordar algunas de sus canciones. No me cabía duda de que esas chicas eran talentosas, pero no parecían muy accesibles.
Para entonces, había llegado más gente al club, nosotros habíamos perdido la cuenta de cuántas cervezas llevábamos bebidas y el calor no hacía más que aumentar, a pesar del potente aire acondicionado que rugía sobre nuestras cabezas.
Javier asintió con entusiasmo. —Sí, ellas. ¿Qué te parece si intentamos ponernos en contacto con su equipo de marketing o algo así? Sería una gran oportunidad para que nuestra banda se destaque aún más.
—Bueno, no estaría mal. —Me encogí de hombros, pensando en la logística de todo. —Pero, ¿cómo les hacemos llegar la invitación? No creo que respondan a un correo electrónico aleatorio.
Javier se frotó la barbilla, pensando. —Podemos intentar a través de nuestras redes sociales y pedir a los fans que nos ayuden a correr la voz. Tal vez si lo suficiente de ellos se involucran, alguien en su equipo nos notará.
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Los desconocidos perfectos
Fiksi PenggemarDos bandas de diferentes países se encuentran gracias a un extraño juego del destino. Dos viejos conocidos vuelven a encontrarse. U n sueño y una promesa que se creían olvidados afloran entre ambos, el único desenlace posible es... (Segunda parte...