Capítulo 9

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– Arthur Wellington –

– Eh, despierta. – Oí la voz lejana de Nath, quería responder, pero los párpados me pesaban una toneladas y media.

Mi rostro, adormecido por haber dormido apoyado a la ventana, no quería despegarse ahora que se había amoldado a la incómoda y dura forma.

Nath me zarandeó con suavidad para ayudar a mi despertar, con pesadez, me quité la cómoda manta que había cubierto mi cuerpo durante todo el viaje.

En el reflejo de la ventana observé, con pesar, mi rostro afeitado. Echaba de menos mi barba, le había cogido cariño.

– ¿Qué pasa? – Bostecé, ¿por qué me despertaba? Apenas estaba amaneciendo.

– Ya estamos llegando a Elena, aterrizamos en cinco minutos. – Me respondió mientras tomaba de nuevo los mandos, por fin, por cuanto tiempo había esperado esas palabras – Abróchate el cinturón.

Tras obedecerle, miré por la ventana, en busca de la susodicha isla. Emerald trepó por mi cuerpo como enredadera y su cabeza equina se formó en mi hombro, tratando de ver lo que yo veía.

Era difícil, la niebla cubría todo lo que parecía un inmenso mar manchado de los colores rojizos del amanecer. Los primeros rayos del sol evaporan el mar formando aquella densa niebla. 

Pero, emergiendo de entre el mar de niebla mañanera, un conjunto de islas y archipiélagos que salpican la superficie del mar y que se extendía hasta donde diese la vista.

Había oído hablar de aquel lugar, el Cinturón de Fuego. Un conjunto de archipiélagos que separaban Titán en dos partes, el mar oriental y el occidental.

Es en el mar oriental donde se puede ver una extensa superficie del que es imposible ver el final. Eurandia, el Nuevo Mundo. El territorio del Tàiyang Teoyouyu o Imperio Oriental, el mayor Imperio de la actualidad.

Sobrevolamos el Cinturón de Fuego, fácil entender porqué tiene ese nombre, bajo la superficie marina, desde aquella altura, se podían ver ríos de magma circular por el lecho marino, creando algunos volcanes submarinos o géiseres en la superficie.

Dicen que la vida se originó del océano, en lugares como este, donde el fuego y el mar se juntan. Por ello, Kail-un y Araila son los principales dioses creadores y los dadores de vida.

Y puedo entender porqué, pues también puedo ver extensos arrecifes de coral, llenos de vida. Habitados por pequeñas y grandes criaturas, cuya silueta, podía verse bajo las aguas cristalinas de aquella zona de Titán.

Finalmente, entre el cúmulo de islas, distingo una pequeña isla a la que me he habituado a ver en el mapamundi. Nuestro destino, Santa Elena.

Lindando con la península Ibersha, el extremo mar occidental de Eurandia, Santa Elena no destaca especialmente. Solo es una pequeña isla tropical, con playas de arena blanca y aguas cristalinas. Donde los frondosos bosques abundan.

Sería un destino paradisíaco, salvo por el pueblo que domina la isla, aparentemente en ruinas, y por el surco  que hay entre las palmeras y los bosques frondosos.

El surco que dejó la Aurora al estrellarse. El cuerpo de la nave destaca, hecho añicos, y chatarra. Y por toda la isla, aún hay piezas desperdigadas... Ver a la Aurora en ese estado... Me revuelve las tripas.

No quiero ni pensar en como se debe estar sintiendo Nath. No sé cómo puede seguir en pie sin derrumbarse...

– Acabemos de una vez... – Murmuró, mientras posicionaba la nave para aterrizar.

Fairy Luck : El Corazón del Mar ||Libro 2||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora