Capítulo 10

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– Feanor Lake –

Fuego. Gritos de desesperación.

Oscuridad. Polvo en suspensión.

Un gran crujido, un retumbar, y el brillo dorado de un gigantesco árbol, emergiendo de la oscuridad y arrastrando todo hacia ella.

El grito gutural de una gigantesca criatura y la intensidad de la tormenta de un mar embravecido.

El mar me arrastra, alejándome de las ruinas ardientes de Krähennest, trato de nadar, ir contra corriente. Pero soy débil...

Nado hacia una barca que permanece inmóvil entre tanto caos, en ella, una figura encapuchada me observa. Sus ojos verdes esmeralda permanecen fijos en mí y su pelo anaranjado que resbala por sus hombros se mece al viento.

Ella, toma los remos de la barca y se aleja, mientras observa como pataleo, incapaz de evitar ahogarme.

Las frías aguas ya inundan mis fosas nasales y solo puedo gritar sin emitir sonido. Solo puedo suplicar esperando ser escuchado.

Por favor... No te alejes. ¡Por favor! ¡No me abandones!

Por favor...

No me dejes solo.


La encapuchada, alza la mirada y abre la boca y se prepara para gritar.

– ¡Feanor!

Desperté de golpe, casi saltando de mi cama.

El mundo es confuso, apenas lo enfocó, y hace calor... Incluso sin camisa, tengo calor, y el sudor cubre mi cuerpo por completo... Las paredes del camarote reflejan el anaranjado brillo intermitente de mi cabello en estado de alerta.

Intento respirar, pero el aire se me hace bola, incapaz de bajar por mi garganta.

Cerré los ojos, tratando de relajarme. Aún oía las voces y la tormenta, como si aún siguiese en mis sueños, pesadillas.

De vez en cuando, oía distintos recuerdos. Por algún motivo, oía a Haiti enumerándome los ingredientes de una de sus bebidas sin alcohol, una de las pocas recetas que compartió conmigo...

Algo húmedo y suave frotó mi espalda. Sobresaltado, me giré para ver qué era Michelle, quién se había sentado a mi lado y me secaba el sudor con una toalla húmeda.

¿Cuando había entrado? ¿Había estado allí todo ese rato y ni la había notado?

No decía nada, pero su mirada, vidriosa y perdida en el infinito lo decía todo.

La había asustado... ¿Me habría escuchado? Y eso que duerme en un camarote distinto al mío.

Genial... Ahora me sentía culpable.

Le quité la toalla, luchó un poco, pero acabó cediendo. Me limpié yo mismo.

– Tenías una pesadilla...– Murmuró.

– ¿Qué hora es?

– Aún no ha amanecido... Descansa... Yo estaré aquí por si... – Su vista se iba a las cicatrices y marcas de látigos que serpenteaba por mi espalda. Ella ya las conocía, pero siempre se horrorizaba al verlas.

Fairy Luck : El Corazón del Mar ||Libro 2||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora