ch. 08

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PROFUNDA
CONVERSACIÓN
EN EL BOSQUE

EL SEÑOR D había convocado un consejo de los líderes de cada cabaña para analizar la profecía

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EL SEÑOR D había convocado un consejo de los líderes de cada cabaña para analizar la profecía. No había que ser muy listo para evidenciar que mi presencia no tenía sentido en el consejo, pero era una excepción que me gustó refregar ante el rostro de Thalia. Suponía que seguía furiosa por desobedecerla y ocasionar que las cazadoras nos vencieran, era eso o que le lanzara una piedra en su inmensa frente.

El consejo se celebró alrededor de la mesa de ping pong, en la sala de juegos. Dioniso hizo una seña y surgieron bolsas de nachos y galletitas saladas y unas cuantas botellas de vino tinto. Quirón tuvo que recordarle que el vino iba contra las restricciones que le habían impuesto, y que la mayoría de nosotros éramos menores. El señor D suspiró. Chasqueó los dedos y el vino se transformó en Coca Diet. Nadie la probó tampoco.

El señor D y Quirón —ahora en silla de ruedas— se sentaron en un extremo de la mesa. Zoë y Bianca di Angelo, convertida en su asistente personal o algo parecido, ocuparon el otro extremo. Thalia, Grover y Percy se situaron en el lado derecho y los demás líderes —Stephan, Beckendorf, Silena Beauregard y los hermanos Stoll—, en el izquierdo. Se suponía que los chicos de Ares tenían que enviar también un representante, pero todos se habían roto algún miembro durante la captura de la bandera —cortesía de las cazadoras— y ahora reposaban en la enfermería.

Quirón me había hecho un sitio a su lado, como una manera de tenerme a la vista, supuse.

Zoë abrió la reunión con una nota demasiado obvia:

—Esto no tiene sentido.

—¡Nachos! —exclamó Grover, y empezó a agarrar galletitas y pelotas de ping pong a dos manos, y a untarlas con salsa.

—No hay tiempo para charlas —prosiguió Zoë—. Nuestra diosa nos necesita. Las cazadoras hemos de partir de inmediato.

—¿Adónde? —preguntó Quirón.

—¡Al oeste! —dijo Bianca. Era impresionante el cambio que podía hacer una persona en tan poco tiempo, especialmente con sólo unos días alrededor de las cazadoras. Llevaba el pelo oscuro trenzado como Zoë y recogido de manera que ahora sí podía verle la cara. Tenía un puñado de pecas esparcidas en torno a la nariz, y sus ojos oscuros se me hacía vagamente familiar, aunque no sabía a quién. Daba la impresión de haber hecho mucho ejercicio y su piel, como la de todas las cazadoras, brillaba levemente como si se hubiera duchado con luz de luna—. Ya has oído la profecía: «Seis buscarán en el oeste a la diosa encadenada». Podemos elegir a seis cazadoras y ponernos en marcha.

—Sí —asintió Zoë—. ¡La han tomado como rehén! Hemos de dar con ella y liberarla.

—Se te olvida algo, como de costumbre —dijo Thalia—. «Campistas y cazadoras prevalecen unidos». Se supone que tenemos que hacerlo entre todos.

𝐓𝐇𝐄 𝐓𝐈𝐓𝐀𝐍'𝐒 𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora