ch. 06

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UNA
VISITA
NOCTURNA

EL Campamento Mestizo era una locura en invierno y la visión de la nieve me dejó estática

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EL Campamento Mestizo era una locura en invierno y la visión de la nieve me dejó estática.

El campamento dispone de un control climático de tipo mágico que se supone que es de última tecnología. Ninguna borrasca atraviesa sus límites a menos que el director en persona —el señor D— lo permita. Así pues, yo creía que haría sol y buena temperatura. Pero no: habían dejado que cayera una ligera nevada. La pista de carreras y los campos de fresas estaban llenos de hielo. Habían decorado las cabañas con lucecitas parpadeantes similares a las navideñas, salvo que parecían bolas de fuego de verdad. También brillaban luces en el bosque. Y lo más extraño de todo: se veía el resplandor de una hoguera en la ventana del desván de la Casa Grande, donde moraba el Oráculo.

—Uau —dijo Nico al asomarse—. ¿Eso es un muro de escalada?

—Así es —respondí al ayudarle a bajar del autobús.

—¿Cómo es que chorrea lava?

—No todo puede ser así de fácil, ¿no? Ven. Tengo que presentarte a Quirón. Zoë, ¿tú conoces...?

—Conozco a Quirón —dijo, muy tiesa—. Dile que estaremos en la cabaña ocho. Cazadoras, seguidme.

—Os mostraré el camino —se ofreció Grover.

—Ya conocemos el camino.

—De verdad, no es ninguna molestia. Resulta bastante fácil perderse por aquí si no tienes...

Tropezó aparatosamente con una canoa, pero se levantó sin parar de hablar.

—... como mi viejo padre solía decir: ¡adelante!

Zoë puso los ojos en blanco, pero supongo que comprendió que no podría librarse de Grover. Las cazadoras cargaron con sus petates y arcos, y se encaminaron hacia las cabañas. Antes de seguirlas, Bianca se acercó a su hermano y le susurró algo al oído; lo miró esperando una respuesta, pero Nico frunció el entrecejo y se volvió.

—¡Cuidaos, guapas! —les gritó Apolo a las cazadoras. A mí me lanzó un beso—. Tú, Cíon, no pienses demasiados las cosas. Te traerán consecuencias en un futuro. Nos veremos pronto.

—¿Qué quieres decir?

En lugar de responder, se fijó en su hijo que, de malhumor, recogía las canoas trituradas del paso peligroso.

—¡Stephan, mantente fuerte! —él lo miró con una ceja alzada y, antes de darse vuelta como estaba acostumbrado, Apolo le alzó el pulgar—. La apruebo.

Los pedazos de madera cayeron al suelo. El cuerpo de Stephan se mantuvo rígido y no las volvió a recoger. Hizo un gesto con las manos, de no querer saber nada de su padre y, chocó miradas conmigo, no comprendí a qué se refería, con ninguna de las dos cosas que dijo, así que alcé los hombros sin saber qué decir.

𝐓𝐇𝐄 𝐓𝐈𝐓𝐀𝐍'𝐒 𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora