ch. 10

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OYE, PAPÁ,
¿POR QUÉ MIS
ESQUELETOS NO SE VEN ASÍ?

UN DATO curioso de los viajes por las sombras; te degastaban antes de que te dieras cuentas

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UN DATO curioso de los viajes por las sombras; te degastaban antes de que te dieras cuentas. Había llegado a la autopista de Long Island cuando mi estómago decidió sufrir un agudo dolor en el costado derecho, parecido a una de las patadas que Clarisse pudo haberme dado de encontrarse en el campamento. Procuré no darle importancia, sino moverme lo más rápido posible para no perder de vista furgoneta que Argos conducía. El frío que hacía abajo sólo me recordaba lo poco preparaba que me encontraba.

Me habría ido bien un juego de ropa como los que vendían en el almacén del campamento. Aunque con las travesuras de los hermanos Stoll, prefería congelarme los huesos que apestar.

Tomé una bocanada de aire y me volví a sumergir en las sombras. La furgoneta era escurridiza como una serpiente, así que no me quedó de otra que predecir los movimientos que haría; estaba segura de que primero pasarían por Manhattan, por lo que volver a verlos fue un éxito.

Salir de un callejón, mejor dicho, salir de las sombras de los botes de basura no sorprendió a nadie más que a los niños curiosos que no demoraron en señalarme. Pero las madres estaban demasiado ocupadas como para interesarles. Las vacaciones eran pésimas a estas alturas del año, en especial el tráfico. Me escabullí hacia el balcón de un departamento vacío y desde allí observé la furgoneta blanca. Creí que se detendría en alguna estación de autobuses, pero siguió adelante.

Tuve la duda de hacia dónde Argos los estaba llevando cuando sabía que podía verlo por mi cuenta. El estómago me rugió y miré por la ventana del otro lado, el interior del departamento se encontraba desolado, al menos, no había nadie a la vista que le importara que tomara algún bocadillo.

Tragué saliva.

Miré la furgoneta, entretanto, continuaba serpenteando hacia el túnel de Lincoln. Parecía como si el juego de Pac-Man cobrara vida y yo fuera uno de los fantasmas.

«Bueno —pensé—, un poco más no me hará daño».

Iba a emprender el viaje nuevamente y lanzarme hacia la sombra de una señora trajinar con cinco bosas de compras cuando resbalé hacia el diseño de cemento del pasamanos. De no ser por mis sentidos, me habría abierta la cabeza en dos. Algo se me estaba enroscado por la pierna como una serpiente. Estaba por invocar a Desaparición, pero al mirar vi que no era ninguna serpiente, sino ramas de vid. Habían surgido de las grietas de la pared del departamento y se enredaban entre las barandillas hasta mis tobillos, inmovilizándome.

Entonces, la puerta del balcón se abrió de par en par.

—¿Ibas a alguna parte? —dijo una voz masculina.

Era el señor D. Estaba reclinado contra una silla de aquellas con forma de huevo, que se suspendían en el techo, con su usual chándal atigrado y su pelo oscuro ondeando pese no haber viento dentro del departamento.

𝐓𝐇𝐄 𝐓𝐈𝐓𝐀𝐍'𝐒 𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄 ──── pjDonde viven las historias. Descúbrelo ahora