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El rubio caminaba con la vista perdida, ignorando el hecho de ser ejecutado en tan solo unos minutos para luego ser alabada y aclamada su muerte, solo por ser un hijo de demonio, un sangre sucia, alguien que fue un error para el mundo.

Los meses que paso en Impel Dawn recibiendo tortura física y mental fueron mas que nada agotadoras, le importo muy poco el dolor de sus músculos y venas, le valió muy poco su dolor de cabeza por la falta de sangre en su cuerpo, sólo quería ser libre, quería que llegara lo más pronto posible su ejecución para poder dejar todo atrás, creía que la señorita Rouge estará bien sin él, después de todo sabe que tendrá a Roger para protegerla.

Lamenta no poder despedirse de ella, para él, ella era un ángel caído del mismo cielo, una persona tan buena y dulce, cuanto hubiera deceado por lo menos despedirse de ella. Pero la vida era cruel para los suyos, nunca dejaran en paz a los hijos de demonios, esperaba que él futuro hijo o hija de la mujer a quien ama como si familia no la tenga tan difícil como él.

Cuando salio de sus lamentos, vio la gran vista del mar que había en la plataforma de ejecución, el viento choco con su rostro moviendo sus desordenados pelos. Amaba mirar al mar, desde que tenía conocimiento había amado ver el gran mar desde el barranco del que era su hogar, amaba verlo con su madre y la señorita Rouge, en ocasiones Roger en sus visitas le contaba como era ser un pirata, como se sentía ser libre, hacer lo realmente era justo.

Se sentó sin decir alguna palabra, chasqueó la lengua por la inmovilización de su brazos, siendo retenidos tras su espalda por las esposas de piedra marina que evitaban el uso de sus llamas. Bastardos.

Ignoro nuevamente la incomodidad y solo observó al mar, dejándose llevar por la tranquilidad del lugar silencioso, otra cosa que agradecía era la falta de cantidad de marines, máximo logro ver a cien marines en el lugar. Cerro los ojos cuando el viento soplo más fuerte, eso hacia que el calor careciera, eso le gustaba.

- ¡Faltan treinta minutos, almirante de flota Sengoku! - aviso un marine.

- Bien.... - miro al rubio, se pregunta como es que un niño de tres años es tan tranquilo, incluso sabiendo que esta apuntó de morir.

Los adultos lloraban e imploraban no ser asesinados, hacían tratos, amenazas e incluso se ponían a rezar para ser sacados de ese problema, ¿Por qué un niño no lo hacia?

- Garp - llamó - estuviste hablando con él niño en Impel Dawn ¿Verdad? -

- Si ¿Que con eso? -

- ¿No le habrás preguntado algo sobre tener miedo o algo parecido? -le interroga a su amigo y compañero.

Garp lo mira serio unos instantes para luego meter su dedo menique en su nariz y mirar hacia el infante.

- Claro que le pregunte, ese niño se parece al desgracido de mi hijo, es un rebelde - se queja.

Sengoku lo mira con la ceja alzada ¿A que quería jugar ese anciano?

- Se más claro, Garp.-

- Ese niño no me respondió. - Sengoku asiente.

Garp siguió mirando al Newgate, realmente le había mentido al almirante ¿Por qué? El niño le agrado, le agrada mas que el padre, la respuesta que le había dado en la prisión hizo que lo viera con otros ojos, en vez de ser ojos de desinterés pasaron a ojos de respeto, un niño como él, no se ven todos los días.

Quería sacar al pequeño de ahí, pero si lo hacia lo mas seguro es fallaría, Sengoku era alguien astuto, eso no puede negarlo.

- Mocoso.... -

"¿Temer a mi muerte? Que tonto.... Un D no le teme a la muerte"

Ese niño tenía más honor que varias personas en el mundo, esa mujer lo educó bien Y daba a entender que es ser un D de verdad, alguien que buscaba la libertad no solo para él, sino para el mundo, espera que puedan salvarlo. Conoce a Edward, si vio el periódico debe estar con un plan para salvar a su hijo.

𝑬𝒍 𝒉𝒊𝒋𝒐 𝒅𝒆𝒍 𝒓𝒆𝒚 𝒑𝒊𝒓𝒂𝒕𝒂 - 𝐏𝐨𝐫𝐭𝐠𝐚𝐬 𝐃. 𝐀𝐜𝐞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora