ᴏᴊᴏꜱ ᴅᴇ ᴄᴀᴄʜᴏʀʀᴏ

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Cuando conoces a Gerard, una de las primeras cosas que te hacen enamorarte son sus ojos.

Ese par de orbes color verde que parecen derrochar amabilidad te encantan y te atraen hasta su dueño. No quieres apartar la mirada de ellos por temor a que desaparezcan y solo quieres tener un segundo más para apreciar las estrellas en ellos.

Él era consciente del encanto de su mirada y descubrió la manera de usarlos para conseguir lo que quería.

Frank podía jurar que los ojos del omega se volvían más grandes y el color verde más intenso, como si pudiera derramarse fuera de sus ojos. Casi podía escuchar una voz en su oído pidiéndole hacer lo que Gerard quisiera.

Faltaba una sola mirada para convencerlo, pero esta vez quería ignorarlo. Estaba molesto con el omega, habían tenido una discusión respecto al vocalista de su nueva banda.

Gerard fue claro y dijo lo que pensaba. Creía que había alguna relación entre Frank y el otro alfa y estaba cansado de pretender que no le incomodaba lo cercanos que parecían. Por más que Frank intentó explicar que no había nada entre ellos, Gerard decidió no escucharlo así que se volvió en una pelea más grande que terminó con ellos distanciados.

Frank estaba demasiado cansado como para seguir, pero era molesto que Gerard se negara a tomar su palabra y confiar en él, lo hacía sentir como si alguna vez le hubiese traicionado cuándo eso nunca había sucedido.

Decidió que se quedaría en el sótano, la zona de la casa que usaba como su estudio personal. El omega tardó un par de horas antes de comenzar e intentar acercarse.

Llevaban meses lejos debido a la gira en la que Frank había participado y sinceramente lo había extrañado, aunque cuándo finalmente volvió a casa, la primera cosa que hicieron fue pelear.

Abrió la puerta suavemente, observando al tatuado. Podía ver su rostro y sabía que seguía molesto.

—Frank.

No hubo ninguna respuesta, justo como esperaba. Sólo estaba ahí, sentado en el sofá mientras veía su celular.

Suspiró y se acercó un poco más, esperando que eso lo hiciera verlo, pero nada pasó.

—Frank —repitió—. Lo siento.

Nada.

Entonces se acomodó sobre sus rodillas frente a él, finalmente encontrando su mirada y dejó que sus ojos hicieran lo suyo. Una de las manos del tatuado terminó acariciando su mejilla mientras lo besaba.

𝑶𝒎𝒆𝒈𝒂𝒄𝒆𝒎𝒃𝒆𝒓「𝑭𝒓𝒆𝒓𝒂𝒓𝒅」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora