Capítulo 21. América

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El hogar de sus abuelos en América nunca terminaba de sorprenderla. La granja en la que vivían Dorothy y Anthony Pinnock se encontraba en el estado de New Jersey, a las afueras de un pueblo pequeño con pocos habitantes y muy cerca de un parque estatal, es decir, un bosque.

Como no tenían vecinos cercanos, habían conjurado una serie de hechizos increíbles para mantener en pie su granja a pesar del invierno. Por ejemplo, cuando Megan llegó este año, lo primero que vio al entrar a la propiedad fue un hechizo que sus abuelos habían conjurado recientemente: era una especie de burbuja colocada sobre la granja, parecía un hechizo protector, solo que éste descongelaba la nieve al toque con la burbuja, y el agua que sobraba de esa conversión, se iba colocando en un tanque especial de almacenamiento.

Otra cosa que llamó su atención, fue que junto al establo había unos cinco o seis ganchos gigantes de tejer moviéndose sólos, haciendo suéteres de navidad igual de grandes. Ella y su madre se quedaron mirando a los ganchos unos segundos, con gesto confundido.

—Tal vez sean para los caballos —murmuró Juliette, encogiéndose de hombros.

La puerta principal de la casa se abrió de par en par, y por ella, salieron dos siluetas encorvadas y de cabello blanco a recibirlas. Megan dejó sus maletas en el piso y corrió a abrazarlos. La abuela Dorothy y el abuelo Anthony las acogieron entre abrazos y besos efusivos, al tiempo que ingresaban a su hogar.

—¡Al fin están aquí! —le decía Anthony a su hija—. ¿Cómo fue el viaje, Julie?

—Bastante tranquilo, papá —contestó—. Recorrimos el camino de siempre. En King's Cross tomamos un tren hasta la costa oeste y ahí esperaba por nosotras un traslador, que nos dejó en el barrio de Mistwood, en New York, y de ahí nos aparecimos hasta aquí.

Anthony suspiró con cansancio. —Es un viaje pesado, según recuerdo, aunque puede ser simplemente por mi edad.

Juliette sonrió. —Estás tan fuerte como te recuerdo, papá.

—¡Oh, Megan! Estás tan grande, mi niña —exclamó Dorothy, con emoción mientras miraba a su nieta. La escudriñó de arriba a abajo y ahuecó su cara entre sus manos—. ¡Y delgada! ¿Qué te pasó? ¿Tu madre no da de comer?

Megan soltó una risa. —Claro que me da de comer, abuela. Estoy bien.

—No importa —dijo, tomando su mano y guiándola hacia la cocina—, ya hice scones de arándanos, y preparé una mermelada de naranja. Tal como te gusta, mi niña.

Megan volvió a reír, pero se dejó guiar por su abuela. Los scones que preparaba Dorothy eran sus favoritos, de hecho, su gusto por esas piezas de pan venía de los que ella preparaba cuando era niña. En el tiempo que sus abuelos aún vivían en Inglaterra, Dorothy mantenía un huerto de arbustos y árboles frutales en su propiedad, de donde sacaba arándanos, manzanas y naranjas de a montón. A Megan no le gustaban manzanas, así que su abuela le preparaba miles de postres con diferentes combinaciones de frutas, hasta que llegó a los scones de arándanos untados con mermelada de naranja. Fueron sus favoritos, y desde ahí, no los cambió por nada del mundo.

Juliette y Anthony entraron a la cocina, justo detrás de ellas.

—Esperen a la cena para comer el pos... —comenzó a decir Juliette, pero se interrumpió cuando vio a Megan y Dorothy, quienes ya tenían un scone cada una en la boca.

Anthony se rió. —Vamos, Julie, toma un scone —señaló la canastilla de panes, para después tomar uno y colocarle mermelada—. No hay que dejarlas comer solas.

Más tarde, cuando casi se habían terminado todas las piezas de pan y la infusión de durazno se había enfriado, Megan se dirigió al segundo piso de la casa. Ascendiendo las escaleras principales, a mano derecha y al fondo del pasillo, junto a la biblioteca, se encontraba una habitación de buen tamaño, tapizada de color rojo escarlata y dorado, y con posters y cromos de las Arpías de Holyhead pegados en las paredes. Era la habitación que sus abuelos habían destinado para ella cuando construyeron su granja.

WOMAN'S WORLD || James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora