Capítulo 3. Nuevo año, nuevos problemas

75 12 3
                                    

A Megan siempre le parecieron significativos los primeros días de clase, la emoción por el nuevo curso era palpable en el ambiente: los estudiantes portaban correctamente su uniforme nuevo, cuidaban sus libros y sus pergaminos de cualquier imperfección, y andaban por los pasillos con una expresión serena en el rostro.

En este nuevo curso, a ella ya no le interesaba nada de lo anterior. No estaba emocionada, estaba nerviosa. Muy nerviosa.

La pelinegra se encontraba en el baño de la habitación que compartía con las gemelas Feldman, Maren y Eleonor, mientras trataba de acomodarse la túnica de forma que no fuera evidente que estaba usando pantalones de niño. Misión imposible, puesto que los pantalones rebasaban la altura de la túnica y eran bastante visibles. Llamarían la atención al caminar.

Megan suspiró frustrada, lo que menos quería era resaltar entre la multitud, sin embargo, sabía el riesgo que conllevaba usar los pantalones. Podían castigarla y restarle puntos a su casa por no respetar el código de vestimenta, sin contar el hecho que sus compañeros se burlarían de ella. Meditó sobre esto todas las vacaciones, y por supuesto que estaba nerviosa por ese primer día.

Una de las razones por la que había tomado la decisión de usar un pantalón era porque estaba enojada y esa era su forma de protestar. No le gustaba que el colegio obligara a las chicas a usar faldas. Eran incómodas y únicamente limitaban el espacio que podían ocupar, las faldas mantienen a las mujeres sentadas con las piernas cerradas o cruzadas, además que deben dar pasos cortos para que no se levanten al caminar y, claro, ni hablar de correr.

Megan volvió a suspirar cuando escuchó ruidos en la habitación, sus compañeras se habían despertado y probablemente querrían ocupar el baño pronto. Salió del cuarto cubriendo su uniforme nuevo que, con una de sus manos, mantenía cerrada la túnica.

—Buen día, Megan —saludó Eleanor, una de las hermanas gemelas. Acomodaba su uniforme en una pila, y su cama ya estaba perfectamente tendida—. Despertaste temprano, ¿eh?

—Hola, Eleanor —dijo, al tiempo que avanzaba lento hacia la puerta—. Sí, quedé con Judy para desayunar

—Genial, me saludas a Caldwell —sonrió—. Te veré en clase.

—Seguro —contestó, para luego mirar a su hermana, quien todavía dormía plácidamente en su cama—. Dale los buenos días a Maren por mí.

Eleanor sonrió ampliamente.

Megan salió de la habitación en el momento que escuchó un «Aguamenti», seguido de un grito y una risa estridente.

La pelinegra llegó hasta el gran comedor sin problema. Tomó asiento rápidamente en la mesa de Gryffindor para comenzar a desayunar y deseó que nadie se asomara a sus pies, así no notarían la prenda que usaba. Pasados veinte minutos, cuando Megan ya había terminado su avena con fruta y su jugo de calabaza, el gran comedor se llenó de estudiantes.

Por las puertas aparecieron Judy y Sandro, su amiga ignoró la mesa de Ravenclaw y ambos se sentaron junto a ella en la de Gryffindor.

—Hola, Meg —saludó Judy alegremente.

Megan sonrió. —Hola Jud, hola Sandro.

—Hola, Megan —saludó el chico, y se plantó frente a ella mientras sonreía coqueto—. ¿Me veo bien hoy?

La pelinegra alzó una ceja, pero lo repasó con la mirada. ¿Qué se supone que debía decir del hermano de su mejor amiga que le sonreía coqueto? Era una situación incómoda, puesto que ninguno de ellos dos había tenido interés en el otro. Habían congeniado bien desde que se conocían, pero no había nada más allá que amistad. Si bien Sandro era mucho más extrovertido que ella, encontraron otros temas en común que los unió, como el Quidditch, por ejemplo.

WOMAN'S WORLD || James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora