La cobertura de un cuadro

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Agitando sus joyas se busca hacer el ruido suficiente que silencie el llanto de un pétalo cayendo. Se desprende. Se despide. Una rosa sin gracia. Un hombre hambriento. Es tristeza y es soledad. Había estado solo toda su vida y ahora no podía imaginársela sin él. Era impensable, era tan irreal como lo había sido la posibilidad de tenerle desde un principio. Harry caía en cuenta de la imprudencia que acababa de cometer. Estaba fuera, estaba en el jardín con las hermosas flores helando sus júbilos con rencor. Respiraba el aire frío y en su interior se aprovechaba de la vulnerabilidad el dolor de un suelo impaciente por rendirse. Por romperse. Los pasillos eran cerrados para Harry. Así se sentían. Entonces había salido aunque fuera por un momento. Uno corto. Uno para pretender que sabía lo que hacía.

La claridad de sus sentidos retoma fuerza cuando su hombro es calentado por unos frágiles dedos sobre él.

—Estás helado, Harry. ¿No quieres venir adentro? —Connor estaba detrás suyo. Parado tan inquieto que sin mirarlo percibía su preocupación.

—No tolero a la gente por tanto tiempo. Solo necesitaba estar sin compañía un momento. —Responde.

—Louis llegó.

¿Qué clase de anuncio era ese? Dios, la paciencia de Harry se le estaba yendo de las manos. La obviedad de las palabras de Connor solo atentan más y más en su insolente hastío.

—Lo ví. —Dice Harry para evitar responder "¿Que crees que no lo ví?" Todos veían a Louis. Era complicado no hacerlo.

—Pensé que hablarían, antes no te lo quitabas de la boca. —Ante esto último Harry se remueve para que la mano de Connor deje de tocarle. Niega.

—En cuanto entre le saludaré.

—¿Y ya?

—No sé qué más esperas de mi, Connor. Tenemos meses sin hablar, yo nunca he sido de muchos amigos y lo sabes. —No esperaba que sonara como un reclamo. Estaba claro, al menos en su mente. Pero Harry no era capaz de esconder o moderar sus tonos tan antipáticos. Nunca había podido disimular sus emociones.

—Harry, desde que todo esto de la boda comenzó has estado actuando diferente... —Dice Connor. —¿Por qué haces esto?

—Es lo que debo hacer, Connor. Tú te casaste y formaste una familia. ¿Qué no he de hacer yo lo mismo? —Arrogante responde el rizado. Áspero como su corazón, no se traba al escupir sus palabras.

—No. Cuando yo me casé quería hacerlo. Solo pedí el apoyo de nuestros padres, sin embargo, no su aprobación. —Responde Connor tan firme que casi logra intimidar a Harry. Pero no lo hace.

—Bueno, yo no soy tú. Creí que eso ya lo sabías bien tú. —Finaliza Harry tan seco que Connor le mira totalmente extrañado.

—Me ofende que te refieras a mi como si en alguna ocasión hubiese tenido la intención de insinuar que debes ser igual a mi. No lo espero, y aunque te cueste creerlo, nadie más lo espera tampoco, Harry. —Dicho esto, Connor se aleja y regresa adentro.

Qué estupidez, pensó Harry. Todos esperaban que él fuera como Connor. No mejor, sería un abuso creer que podría superar los logros de su hermano. Tal vez la mitad de bueno. Sí. Tal vez eso. Qué osadía tenía su hermano, en qué mundo vivía. Harry se molesta en demasía. Odia que le lleven la contraria, odia que le hagan tantas preguntas y odia más que nada estar ahí. Así mismo, alguien estaba torturando los lazos de una coherencia y una alegría. Harry se tira, simbólicamente, frente a la luna. ¿Si ella veía todo por qué no le decía qué pasaría después? ¿Por qué ahora todos le cuestionaban todo? ¿No había sido esto lo que todos habían estado buscando?

Y como si de una perfecta escena de algún drama se tratase, Harry observa las ramas de los árboles balancearse bajo el viento. Era como si la naturaleza le estuviera diciendo que el tiempo solo avanzaba. Nunca se detenía. ¿Por qué no lo hacía? Quería congelar ese momento y buscar algo mejor que hacer. Tal vez entonces podría hacer seguir el tiempo y haría lo perfecto, lo idóneo para todos.

El retrato del joven Ormrod || Larry Stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora