Debe estar exhausto de diluirse

3.7K 281 845
                                    


Internado disciplinario para varones Chaltam, Reino Unido. 1911.

—¿Ormrod?

—Así es, mi señor. —Respondió Harry con el mayor atisbo de deferencia que su arrogante alma le permitió.

Poderoso aroma a café abundaba en esa vieja pero distinguida oficina. En aquel cuadro se veía a un hombre sentado frente a su escritorio, leyendo papeleo que, el menor de dieciocho años frente a él poco entendía.

—Su hermano, Connor Ormrod, ¿no fue él nuestro estudiante? —Cuestiona el mayor y repentinamente luce maravillado. —Un alumno ejemplar según recuerdo.

Connor.

Claro que iban a mencionar a Connor, pensó Harry. Su hermano era digno de ser aclamado, él mismo lo creía. Era sin duda un orgullo compartir la misma sangre.

—Sí, señor, Connor estudió aquí al menos unos tres años antes de regresar a casa y contraer matrimonio con mi querida cuñada. —Comentó Harry.

—Espero ver los mismos resultados con usted, joven Ormrod —Le contestó el otro. Y hubo algo que sonó más agresivo que amable en su voz, ¿era aquello una amenaza? —. Su familia me ha contado de las expectativas tan especiales que ponen en su educación y futuro, no vamos a deshonrar a su familia, ¿o sí?

No, por supuesto que no viejo con adicción al café, según su aliento indica.

—No, por supuesto que no, señor. —Se limitó a contestar Harry tragando su orgullo.

—Bien, subiendo busque la habitación veintiséis. Ahí se quedará. —Qué cortante podía ser su masculina pero forzada voz.

Harry da una rápida mirada, casi invisible, de arriba a abajo. Tiene que contenerse de no torcer los ojos como lo haría con su padre. ¿Por qué los hombres mayores eran tan odiosos? Pensó. Además, habitación veintiséis, vaya número espantoso... No, en realidad Harry no tenía nada en contra del pobre número, qué extraño sería si así fuera. Lo que sucedía seguramente se asociaba al que hubiera sido obligado a ir, eso en especial le hacía ver todo gris y ordinario.

Traga saliva y asiente.

—Muy amable, gracias. —Contesta con toda la arrogancia posible y de levanta sin esperar reacción contraria. Sacude un poco su saco y tras tomar su maleta se da paso a retirarse.

Harry no sabía describir bien ese olor pero él lo llamaba olor a libro viejo. A eso olía Chaltam la mañana de primavera en la que llegó. Y quien fuera quien se encargara de la decoración ahí tenía gustos muy victorianos. Qué anticuados, creyó su criticona y malhumorada mente.
Sin mucha prisa subió las largas escaleras que tenían una alfombra roja de terciopelo brillante. Había grandes ventanas que permitían a la luz asomarse con gran facilidad. La madera limpia de las paredes adornada de tallados preciosos le daban a todo una apariencia hogareña. Harry creía que era un lugar digno de su presencia, como mínimo tendría eso aunque aborreciera estar ahí.

Al conseguir estar en la planta alta observabas dos caminos, ambos daban paso a largos corredores que se dotaban de macetas con sus respectivas plantas, además de puertas de caoba que, obviamente, serían los distintos cuartos. Harry suspiró con pesada actitud al imaginarse qué tipo de compañeros tendría que soportar.

Es entonces que siguió su camino.

Mañanera nostalgia esparcida sobre él, extraña forma de llorar por su hogar era el simplemente no hacerlo. Harry camiba con seguridad para imitar el ritmo que la tranquilidad ajena podía cargar. Puliendo el suelo, pisando Chaltam por primera vez, deja que el breve silencio se haga su acompañante. Cada pisada traía más gritos a su mente que con el insomnio tortuoso lloraba por el sueño. Connor estudió ahí. Sangre compartida más sabiduría lejana, ¿cómo era que el mayor de la familia era quien era? ¿Cómo era que pese a que Harry sabía bien lo asustado que Connor podía llegar a estar, seguía buscando un escondite en él? Barato e inseguro era el dudar, qué fácil de hacer. Aquella ingenua... ¿envidia? No. Envidia no era, era frustrante llanto infantil por un poder igualar, ¿Connor, hemos tú y yo de ser iguales? ¿He yo de copiarte y eso ha de molestarte?

El retrato del joven Ormrod || Larry Stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora