Velas hundiéndose

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Internado disciplinario para varones Chaltam.

Octubre de 1911.

La premura de los acontecimientos en relación a la familia Pussett no deja de ser tema en las frías mesas a la hora de la cena, o en las tardes lluviosas al tomar el té. George Pussett, Conde de Brighton no emite gran opinión al respecto, sólo se disculpa por los viajes realizados y el tiempo desperdiciado de los invitados. Además de pedir prudencia y tacto a la hora de cometer algún juicio respecto a la penosa situación. Por otro lado, los rumores sobre el hijo mayor de la familia, Louis Pussett, se centran en él concluyendo su preparación en Brighton para después ser sucesor de su padre.

No faltaron las especulaciones en torno a un "pintor", terminó usado de manera despectiva, haciéndose cargo de un puesto como aquel.

No obstante, también se hablaba de las hijas de la familia -además de Victoria- principalmente de Charlotte Pussett. En ella se ponía la carga de la diligencia a sus obligaciones como mujer, a la sensatez que ninguno de sus hermanos mayores había prestado hasta ese momento. Al matrimonio.
Era curioso y quizá tortuoso, pues no estaba claro quién era su pretendiente. Algunos afirmaban que Harry Ormrod sería la respuesta a dicho cuestionamiento, pero muchos otros añadían un nombre a las posibilidades; Niall Campbell.

Nombre y apellido que, terrible como las habladurías lo eran, ya estaba manchando de violencia y barbaridad. Pues fue algo sabido el incidente en Chaltam, donde el primogénito de los Campbell se abalanzó sobre el heredero de los Huxley y corrompió la quietud de la tarde con ruidosos golpes. Niall teniendo que ofrecer una disculpa a Matt, y éste teniendo que aceptarla. Quedando en buenos términos, según los progenitores de ambos. Ellos sabían que no era así. No lo era porque en extenuantes tardes de Septiembre que fueron dedicadas a la búsqueda de cierta gata, Harry, Liam y Niall no hallaron el mínimo rastro del animal.

Almas en pena yacían por donde la juvenil inquietud era forzada a la compleja e inalcanzable paz. Rivalidades marchitando relaciones y, a su vez, las relaciones demandando reposo cuando se tenían que agazapar en el alba del amanecer. Louis inmóvil, callado y furioso al recibir noticias tan horribles a través de alaridos relatos por parte de sus queridos compañeros.

Abeja no era una ausencia en el borde de la nefasta injusticia, o lo era, pero era más que eso. Era el recuerdo de una soledad bajo la incomprendida vida de un adolescente que había sido abandonado por la familiaridad. Era esas primeras noches que Louis pasó en Chaltam, siendo solo un niño que chillaba sobre su cama al recordar a sus padres, sus hermanos y su abuela. Pensando que, si tan necesario era que madurara, lo haría tan rápido como le fuese posible con tal de volver. De regresar a casa. Y ahí, cuando por fin conoció a un muchacho igual de perdido que él, también encontró a una compañera que no le podía responder, pero que le pudo escuchar.

Le quemaban el corazón con esas noticias, sin embargo, y como ya se lo había guiado la vida, mantuvo la cabeza fría. Incluso si su mayor deseo era acabar con Huxley.

—Mientras no encuentren los restos de Abeja la daré por perdida, pero no de por vida. —Declaró Louis. ——Si lo que Huxley quiere es avivar una rivalidad más grande de la que ya teníamos lo ha conseguido. No obstante pienso que rebajarnos a un nivel tan inhumano, bestial e insensato sería una tontería de nuestra parte. No le daremos esa oportunidad de verse encantado con nuestra furia y no cometeremos ningún tipo de ataque contra él o contra alguien más. Si quiere enfermarse con caprichosas maldades que lo haga solo.

Harry escuchando todo pegado al teléfono junto a Liam y Niall. Sospechando qué tan distintos escenarios hubieran ocurrido si Louis hubiese estado con ellos esa tarde. Después siendo poseedor de la más molesta emoción: la tristeza. Harry pensaba en Louis día y noche, como si no fuera suficiente, también debía quedarse ahí, en ese cuarto que alguna vez fue de los dos. Estando ahora solo con chismes que le pateaban la tranquilidad en el sueño. Rendido a ellos, le quedaba rezar esperando que Dios escuchara pecadores, pidiendo siempre que para siempre significara precisamente una eternidad.

El retrato del joven Ormrod || Larry Stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora