Le premura de un título no es tan inoportuna

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Abeja - la real - se vomitó en mi cama. ¿Esa es su ídola....?

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Louis Pussett. Primogénito de George Pussett, nieto de Eva Pussett. Nacido en Drighton repleto de una agilidad mental tan fluida como singular. Sin presunción - al menos no si no era en sorna de su propia voz - tenía un pensar impecable, veloz y astuto. Hermano mayor de otros nueve herederos, siempre fue el hijo soñado de quienes le conocían. Porque también conoció, entre los placeres de su posición, lo qué era ser subestimado sin ser descifrado. Era muy joven, con una visión demasiado pulida hacía el humanismo. Adoraba la sensibilidad, la pasión de encarnarse en vívidas y nítidas emociones. Sabía conectar con la música, había aprendido a tocar el violín y el piano desde niño. A la edad que tendría en aquella época ya disolvía sus dedos sobre las teclas o cuerdas sin algún atisbo de incapacidad. Se desenvolvía así con cualquier tipo de arte, tenía ojos curiosos y memoria buena, solía pintar todo lo que quería preservar. Pero adoraba saber, le gustaba aprender y poseía una mente tan famélica de conocimiento que sus intereses iban más allá del arte. Le gustaba la biología, no era mayor amante de la química pero sí le gustaba la aritmética. Leía casi todas las noches, ponía ojo atento en la etimología de las palabras, aquello le parecía interesante. Y a veces, cuando huía de sus profesores privados, corría a la cocina a aprender de la gastronomía variada de las cocineras que trabajaban para sus padres.

Ese era Louis Pussett.

Aquel que enfatizaba los detalles de todo. Nada se le escapaba. Y si eso era un problema no habría quien lo supiera mejor que su propio padre. George era un hombre tan preparado como su hijo, temía de la ignorancia y huía de la marginación. Además era seco, serio y simple. No era de correr, no era de gritar y mucho menos de cambiar. Ahí habían algunas cosas que los diferenciaban. George era miedoso, y temía de muchas cosas sin ser capaz de reconocerlo en voz alta. Por otra parte Louis estaba disperso a la disponibilidad de oír, sentir y experimentar.

Eran lo contrario aunque tuvieran las mismas facciones.

George lo sabía. Sabía que su hijo no era - del todo - lo que debía ser. Por ello lo intentó ayudar cuando lo vio entrar a la adolescencia. Lo separó de sus hermanos hasta que estuviera curado totalmente, o al menos parcialmente. De niño ya le había prohibido pasar más de una hora con su madre, no quería correr riesgos de que se fuera por conductas ahembradas. Era seguro que George no vio venir que el prohibirle cosas a un jovencito como Louis solo avivaría más curiosidad en él. Chaltam fue su hogar, y también fue su descubrimiento. Con pies enrollados en sábanas frías y solitarias Louis despertó más de una vez con conocimientos sobre él mismo que no se había llevado al dormir. George no pudo impedir eso.

—Es encantadora la perspicacia con la que se recubre al proclamarse patriarca. Un tanto exagerada si me preguntas, apenas y sabe los más básicos detalles de una crianza. Dudo que por lo menos conozca mi edad. Sin embargo, estoy seguro de que su cálido y poco gélido trato es digno de ser premiado. ¿No es así? —Paveándose con menospreciar a su progenitor, Louis controla el notorio desastre que su mente era en ese momento.

El retrato del joven Ormrod || Larry Stylinson Donde viven las historias. Descúbrelo ahora