Capítulo 19

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CONEXIONES

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     Inhaló y exhaló muchas veces. ¿Qué más podía hacer? Ya se había enojado, ya había gritado, llorado y reprochado en palabras todo lo que le enojaba por dentro.

     Ahora solo quedaban las dudas.

     Las mismas que se resistió a escuchar cuando trataban de ser explicadas.

    En medio de las miradas de sus vecinos, indecisos entre acercarse o mantenerse al margen, una mano acarició su espalda, haciéndolo levantar su cabeza bruscamente.

     A su lado, en el frío asfalto, Zeynep le hacía compañía.

—¿Zeynep? —pronunció con la voz ronca y limpió sus lágrimas rápidamente.

—¿Estás bien? —inquirió preocupada.

    Negó con su cabeza y las lágrimas retornaron a sus ojos. Zeynep acarició su espalda tratando de consolarlo; luego tomó la helada mano del muchacho y la sujetó dulcemente, dedicándole caricias.

—Llorar está bien, nos hace sentir mejor.

—¿Por qué nada sale como quiero? —se quejó entre sollozos.

—No digas eso—acarició su mano intentando calentarla—. Todo sucede por una razón, quizá en el futuro esto tenga sentido.

    Él no dijo más nada, permaneció disfrutando de las caricias, hasta que sus ojos se secaron. La chica respeto el silencio, y todos los pensamientos que Mert no quería decir en voz alta.

     Miró hacía adentro del taller y observó el desastre que había a sus espaldas.

—Es que... cuando...—trató de explicar al ver que la chica se sorprendió.

—¡Está bien! —interrumpió con una sonrisa y Mert se sintió aliviado de no tener que explicar nada.

—¿No tienes frío? —preguntó al mirar las mejillas de Zeynep enrojecidas.

—Un poco.

—¡Vamos, levántate! —se puso de píe y sin soltar su mano la ayudo a levantarse.

—¿Qué harás? Puedo acompañarte a tu casa, si no te quedarás en el taller.

     Él accedió. Buscó las llaves entre el desastre, las tomó y cerró el taller. Solo quería dormir.

     Caminaron juntos hacia su casa, pero durante el camino no dijeron nada.

—Descansa un poco—dijo al llegar a su puerta.

—¿Puedes quedarte un rato? —suplicó, sin dejar de mirarla.

—¡Claro! —sonrió pacíficamente—. Pensé que deseabas estar solo.

—Es lo que menos quiero.

   Cuando él estaba abriendo la puerta, Samira salió de su casa. Su rostro emanaba preocupación y decepción, miraba a Mert con cierta culpa.

      Zeynep la saludó apenas la vio, pero Mert permaneció serio y no intercambió miradas con ella ni contestó el saludo, hecho que sorprendió bastante a Zeynep.

      La mujer, destrozada y decepcionada, se devolvió nuevamente a su casa al notar que Mert no deseaba verla.

     Al entrar, Zeynep se quedó detallando la situación. 

RAABTA [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora