Capítulo 21

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EL MAR SABE MUCHAS COSAS

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     Como siempre, la familia Demir desayunaba en el gran comedor de su mansión. Era común comer en silencio; solo se escuchaba el sonido de los cubiertos cuando golpeaban sutilmente la fina porcelana de los platos.

    La mucama se encontraba junto a la mesa, esperando alguna instrucción por parte de la familia, mientras que Ayşe y sus hijos tomaban el desayuno.

—A veces olvido que el abuelo murió—confesó la chica, llevándose un pan a la boca—. Nos acostumbramos a comer en silencio. Al abuelo siempre le molestaba que habláramos durante alguna comida.

—¡Al abuelo le molestaba todo! —exclamó el chico que se encontraba en frente de ella y rodó los ojos—. Esto parecía una prisión, no una casa.

—¡Basta, chicos! —interrumpió Ayşe con rigidez—. Ahora pueden hablar todo lo que quieran mientras comen, pero no hablen de su abuelo.

—Está bien, mamá—la chica intercambio una mirada de complicidad con su hermano y le hizo una seña con la ceja—. ¿Cuándo conoceremos a Mert?

—No lo sé—replicó cortante y dejó sus cubiertos sobre la mesa.

—¿Cuándo irás a verlo de nuevo? —insistió el chico.

—No lo sé, Mustafa. Ya te dije que será cuando se calmen las cosas—repitió con desesperación—. La última vez que traté de hablar con él, solo había rencor y odio en sus ojos.

—Porque estaba molesto, saber que tiene una familia después de todos estos años, y que nadie preguntó por él, no es fácil, mamá.

—Mustafa tiene razón, mamá—apoyó a su hermano, dejando de comer—. Si yo fuera Mert, estaría igual. Pero después trataría de escuchar y entender las razones.

—Sí, Nisan. Yo también quiero hablar con él. Es el hijo de mi hermana, pero hay tantas cosas difíciles que contar, y tantas verdades que debe afrontar.

—Pues ya sabes lo que pensamos Nisan y yo sobre eso—tomó agua—, saber esa verdad no le hará ningún bien y menos después de tantos años. Es mejor que no lo sepa.

—Mustafa tiene razón mamá, si tan solo pudieras...

—¡No! —se levantó de la silla—. No cargaré con más dolor en mi vida. No cargaré con los pecados de mi padre hasta la tumba.

—¡Mamá, cálmate! —expresó Nisan en un intento de apaciguarla—. Solo decíamos nuestro punto de vista.

—Ustedes no saben lo que aguanté en esta horrible mansión, año tras año. Las cosas que hice para protegerlos de su abuelo. Todas las cosas que callé murieron dentro de mí y me quitaron años de vida—lloró angustiada—, y justo cuando pensé que por fin sería feliz y enmendaría todo, salió esa bendita carta.

—Esa carta puede morir con mi abuelo—replicó Mustafa, convencido—. Pero tú insistes en revivir su recuerdo siempre.

—¿Revivir?—le hizo una seña a la mucama para que se retirara—. No puede morir con él, porque yo sé la verdad y ustedes también.

—Si nosotros no decimos nada, él nunca sabrá cómo murieron sus padres—alegó Nisan cuando la mucama desapareció por el corredor.

—¿Y vivirán mirándolo a los ojos sabiendo la verdad?

—Madre—bufó Mustafa con desesperación—, que sepa la verdad no le devolverá a su familia.

—No puedo—negó convencida—. No pude visitar a mi hermana durante años; solo la llamaba a escondidas cuando podía. Ella murió y tu abuelo no me dejó ir a su funeral. No me dejó cuidar a Mert, ¡no me dejó ayudarlo de ninguna manera!

RAABTA [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora