Capítulo 28

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VELADAS QUE DESNUDAN EL ALMA

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    Todos fueron cómplices en la preparación de esa agradable y esperada velada. Durante el día, Mert fue a la peluquería; se rebajó la barba y el cabello. Llevó la comida al yate, y salió tratando de ocultar sus nervios.

Mert

Estoy afuera.

     Ella suspiró con nervios y soltó una sonrisa. Se miró por última vez en el espejo del corredor para asegurarse de que estuviera perfecta y, por alguna extraña razón, practicó cómo iba a saludar a Mert.

—¡Bah, que estúpida! —se retocó el labial—. Como si fuera la primera vez que salimos.

   Cuando vio a Mert sentado sobre la motocicleta esperándola con aquella pinta, sonrió de inmediato. Se veía distinto y ella notó que había tratado de arreglarse.

—¿Te hice esperar mucho? —soltó cuando estuvo cerca.

—Toda la vida te estuve esperando—confesó deslumbrado con su belleza—. Tres minutos no son nada.

     Se había sonrojado, pero manifestó una sonrisa abierta llena de placer. Él yacía deslumbrado con aquel rostro angelical; su cabello oscuro estaba trenzado en la parte de adelante y terminaba con un recogido elegante. Vestía un pantalón negro de cuerina y una chaqueta blanca con detalles plateados, pero no era la ropa lo que deslumbraba a Mert sino la belleza de cada facción de su rostro.

    Sus labios fuertemente remarcados con un labial Vinotinto, y sus pestañas peinadas hacía arriba abrían su mirada, para dejarle a Mert una vista espectacular de aquel pigmento que tanto le encantaba.

—Eres hermosa. —confesó aun mirando hacia ella sin parpadear.

    Sonrieron, pues sabían que los dos habían hecho lo mejor para cautivar al otro. Y lo habían logrado.

—¿Nos vamos ya? —inquirió ansiosa—. Me puse botas porque sabía que iríamos en motocicleta, pero hubiera dejado mi cabello suelto si hubiera recordado el casco.

—No hay excusas—le extendió el casco causando que ella suspirara, resignada.

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—¿Qué hacemos aquí? —inquirió al ver que Mert se detuvo en el muelle.

    El capitán salió del yate, le guiñó el ojo a Mert y le dio la bienvenida a Zeynep. No obstante, ella seguía impresionada y anonadada, aunque con una gran sonrisa dibujada en el rostro. Mert subió al yate, pero ella permaneció de pie, tímida, en la orilla.

—Deja que te ayude—le extendió la mano.

   Le dio la mano con plena confianza, y se tambaleó un poco hasta encontrar el equilibrio. La guio hasta la mesa sin soltar su mano. Moría por ver su reacción y el brillo de la felicidad en sus ojos, así que no le quitó la vista mientras subían las escaleras hasta la terraza.

   Apenas las luces amarillas se reflejaron en su mirada, proyectó una expresión de asombro bastante sincera. Sus ojos se humedecieron, como Mert imaginó que lo harían, y sus cejas se arquearon suavemente delatando su impresión.

    Sus labios permanecieron entreabiertos pidiéndole a Mert una explicación.

—¿Te gusta? —sonrió placido y más tranquilo que nunca.

RAABTA [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora