Capítulo 2: ¿Nos perdimos de algo?

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¿Alguna vez has sentido que estás atrapado en un laberinto oscuro de temores, donde tienes la sensación de que el pasado te persigue y la verdad amenaza con destruir tu alma? A mí me sucede, y es lo peor del mundo, porque siento que estoy condenada a cargar con un miedo que yo misma he creado.

Me encontraba en mi habitación, mirando fijamente la pantalla de mi teléfono móvil. Era consciente de la cantidad de mensajes que tenía de Alia, Zack, Ethan y Abigail, estos dos últimos sobre todo me habían escrito todos los días preguntando si me encontraba bien. Sin embargo, yo no me encontraba en la capacidad para responder ninguno—excepto los de mi madre para evitar que se preocupara—

La tristeza había dejado una marca profunda en mi rostro, y las lágrimas seguían fluyendo sin cesar. Durante días, estuve esperando la respuesta del número privado que parecía saber todos mis secretos más oscuros y me amenazaba con revelar la verdad sobre algo que sucedió hace un año, algo que me atormentaba cada día de mi vida. El miedo se había apoderado de mí, y me había encerrado en mi casa, sin atreverme a salir y enfrentar mi pasado. Cada vez que escuchaba un ruido fuera, mi corazón se aceleraba y sentía un escalofrío recorrer mi espalda. No podía permitir que la verdad saliera a la luz, no quería que todos supieran lo que había hecho.

No quería decepcionar a nadie.

Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de aquella noche dolorosa se proyectaba en mi mente, una herida abierta que se negaba a sanar. Todos los días me preguntaba ¿Cómo pude permitir que las sombras del pasado se apoderaran de mi presente? ¿Cómo pude permitir que alguien me arrojara a esta oscuridad sin fin?

Apagué la pantalla de mi celular y me recosté en la cabecera de mi cama; cerré mis ojos esperando tener un poco de tranquilidad. Pero fue todo lo contrario. La sensación de opresión comenzó a apoderarse de mi pecho, como si el aire se hubiera vuelto denso e irrespirable.

—Otra vez no, por favor. —Susurré con voz ahogada.

Mi corazón empezó a latir desbocado, como si quisiera salirse de mi pecho. Mis manos temblaban y mi respiración se volvió rápida y entrecortada. Sentí un nudo en la garganta, como si algo estuviera impidiéndome respirar correctamente. Traté de calmarme, pero la ansiedad seguía apoderándose de mí.

Mis pensamientos se volvieron caóticos y confusos. Sentía como si estuviera al borde de un abismo sin fondo. Intenté levantarme de la cama, pero mis piernas parecían no responder. Me sentí atrapada, acorralada por mis propios pensamientos y emociones desbordantes.

Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos sin control. Sentía que el mundo se desmoronaba a mi alrededor y que no había manera de escapar de esta sensación abrumadora. Me hice ovillo en la cama abrazándome a mí misma, tratando desesperadamente de encontrar una forma de calmar mi mente y mi cuerpo.

Pasaron minutos que se sintieron como horas, antes de que finalmente la sensación de pánico comenzara a disminuir. Mi respiración se volvió más lenta y profunda, poco a poco fui recobrando el control sobre mi cuerpo. Me levanté temblorosa y me dirigí hacia la ventana, buscando el aire fresco de la mañana para calmar mis sentidos.

No era la primera vez que sufría un ataque pánico, de hecho, el primero que tuve fue hace un año, cuando sucedió lo de Luke.

Hago una mueca, porque recordarlo me produce nuevamente la opresión en el pecho.

Seguía mirando hacia afuera de mi ventana cuando escuché el timbre de mi departamento. Con los nervios de punta, me levanté del pequeño sillón en el que estaba sentada para salir de la habitación.

Todo era un desastre afuera, había cajas y restos de comida en la mesa, no tenía fuerzas para limpiar ni cocinar. La mayoría de los días estaba en mi habitación y me saltaba el desayuno o la cena.

Un Conocido DesconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora