A veces desearía poder poner en pausa mi mente, congelar todos mis pensamientos, problemas y simplemente existir sin el constante ruido interior. Hay momentos en los que me canso de ser yo misma, de lidiar con mis propias inseguridades y miedos. Desearía poder olvidarlo todo, al menos por un rato, y sentir una paz verdadera.
Esta mañana fue una de esas veces. Me levanté sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros, y una parte de mí quería quedarse en la cama, ignorar las exigencias de la Sociedad y de la vida misma.
Pero sabía que no podía.
Desayuné ligeramente y preparé una mochila con lo esencial: una linterna, mi teléfono, una botella de agua y gas pimienta por si lo llegaba a necesitar.
Me vestí con el cardigan rojo y la máscara la guardé dentro de la mochila para que nadie me viera con ella.
Salí de mi apartamento y me dirigí al coche, la mañana todavía tranquila y fresca. Conduje a través de la ciudad hasta llegar al único hospital psiquiátrico abandonado en las afueras.
Cuando llegué, el tamaño del lugar me sorprendió. Era inmenso, con ventanas rotas y puertas desvencijadas que le daban un aire de desolación y abandono. Respiré hondo y me adentré en el edificio poniéndome la máscara, la linterna en una mano y la nota con las instrucciones en la otra.
Caminé por los pasillos oscuros y polvorientos, siguiendo las señales que me guiaban hacia la habitación 213. El aire estaba cargado de un silencio inquietante, roto solo por el crujido ocasional de mi peso sobre el suelo de madera podrida. Después de un rato que me pareció eterno, finalmente llegué a la habitación indicada.
Abrí la puerta con cautela y, para mi sorpresa, encontré a un miembro de la Sociedad esperándome. Vestía la misma gabardina roja y máscara blanca que los otros, y en sus manos sostenía el cuaderno.
—Eleonor —dijo, su voz resonando en la habitación vacía—. Has completado tu primer reto.
Me acerqué, mi corazón latiendo con fuerza mientras tomaba el cuaderno de sus manos.
—¿Qué contiene? —pregunté, tratando de mantener la voz firme.
—No puedes saberlo —respondió, sin mostrar emoción—. Son las reglas.
Miré al miembro de la Sociedad, buscando alguna señal de lo que podía contener, pero su rostro enmascarado no revelaba nada.
No me dijo nada más. Permaneció en silencio, y yo me quedé allí, dudosa sobre si debería decir algo más o no. Finalmente, decidí que era mejor irme. Con el cuaderno apretado contra mi pecho, me dirigí hacia la salida del hospital.
Llegué a mi coche y me quité el cárdigan rojo y la máscara, guardándolos en la parte de atrás del auto. Mientras conducía de regreso a mi apartamento, mi mente estaba llena de preguntas sin respuesta.
¿Qué había en ese cuaderno? ¿Por qué era tan importante?
Al llegar a mi departamento, cerré la puerta detrás de mí y me dirigí directamente al sofá. Con manos temblorosas, abrí el cuaderno. Lo que encontré dentro me dejó sin aliento.
El cuaderno contenía información detallada sobre lo que era la Sociedad:
Sociedad Conocidos Desconocidos, ¿Qué son?
Un Conocido Desconocido es alguien que te hiere después de conocerte, sin importarle tus sentimientos. Esta persona puede parecer amable y considerada al principio, pero luego muestra su verdadera esencia al herirte de alguna manera.
La Sociedad de Conocidos Desconocidos selecciona a distintas personas según su capacidad emocional. Esto quiere decir que escogen a la persona que sea más fácil de manipular y engañar. Vigilan a su víctima muchos meses y esperan el momento adecuado para aparecer y hacer que la víctima confíe más fácil en ellos por su estado emocional.
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Un Conocido Desconocido
Mystère / ThrillerMentiras, traiciones, secretos, engaños... Eleonor West es una joven con un pasado complicado, marcado por la muerte de su mejor amigo Luke. La noche del 10 de octubre, Dylan Williams tuvo un misterioso accidente automovilístico y desapareció sin d...